/ sábado 3 de julio de 2021

Reflexiones en textos cortos | Lo bueno de la incertidumbre

El terreno de las emociones tiene una relevancia diferente en la sociedad. El amor y la felicidad es el estandarte de la sociedad que exige a los seres humanos alcanzar estos dos estados de ánimo, y sin esta idea no se movería el consumo tan importante para la sociedad capitalista. Se adquieren productos o servicios para tener amor o para ser feliz.

Sin embargo, las emociones excluidas o que insistentemente pretenden ser apartadas de las interacciones en la vida cotidiana, pueden ser las más transformadoras. El escritor argentino Ernesto Sabato llegó a decir en una entrevista que no había sentimiento más transformador que el sufrimiento; pues la gente que está feliz no cambia nada, sólo se puede preocupar de retener las condiciones que la mantienen feliz. La gente a medida que está bien, suele volverse conservadora.

La tristeza, por ejemplo, nos lleva a la búsqueda de errores, de modificación en las decisiones, las causas y las consecuencias de nuestros actos, nos vuelve precavidos ante situaciones posteriores. Y aunque a nadie le gusta estar triste, es un sentimiento no sólo inevitable, también necesario.

El miedo es otra de esas emociones excluidas socialmente. Surge del riesgo real o supuesto ante algo externo que pueda generarnos daño. Pero nos mantiene alertas, aunque con la indecisión de hacer o no hacer tal cosa.

El sufrimiento y el miedo están relacionados entre sí. Nos da miedo que algo nos haga daño, y por eso evadimos ciertas situaciones o no tomamos ciertas decisiones en particular para no asumir el costo de una repercusión que nos lastime. Sin embargo, es la factura que podemos obtener en el logro de algo mucho más grande y satisfactorio.

La valentía es una actitud en disputa: ¿Cómo ser valiente? Una de las recomendaciones desde la psicología es la aceptación y disposición al dolor. Quien está dispuesto a sentir dolor, es mucho más sencillo que asuma una actitud de valentía frente a ciertas circunstancias; sin embargo, la repercusión de nuestros actos puede ser mucho mayor al más grande de nuestros miedos. Por ejemplo, si una persona es asaltada en la calle; evitará pasar por la misma calle. La valentía consistirá en pasar por la misma calle con el riesgo de que pueda volver a ser asaltada, pero aceptar esa repercusión puede volverla más valiente ante las adversidades similares o posteriores.

El miedo como emoción también tiene un valor importante, se sostiene en la incertidumbre y por lo tanto no saber qué va a pasar es importante, nos mantiene iguales, la respuesta oculta no altera nada. El miedo se preocupa en la certeza de saber algo que quizá no queríamos averiguar, mantenernos en la incertidumbre nos provoca evadir la realidad; estamos contentos con lo que sabemos y con lo que somos, porque el saber que algo puede cambiar, significa que hay una leve posibilidad de ser lastimados. Qué tanto nos duela también es incierto.

El terreno de las emociones tiene una relevancia diferente en la sociedad. El amor y la felicidad es el estandarte de la sociedad que exige a los seres humanos alcanzar estos dos estados de ánimo, y sin esta idea no se movería el consumo tan importante para la sociedad capitalista. Se adquieren productos o servicios para tener amor o para ser feliz.

Sin embargo, las emociones excluidas o que insistentemente pretenden ser apartadas de las interacciones en la vida cotidiana, pueden ser las más transformadoras. El escritor argentino Ernesto Sabato llegó a decir en una entrevista que no había sentimiento más transformador que el sufrimiento; pues la gente que está feliz no cambia nada, sólo se puede preocupar de retener las condiciones que la mantienen feliz. La gente a medida que está bien, suele volverse conservadora.

La tristeza, por ejemplo, nos lleva a la búsqueda de errores, de modificación en las decisiones, las causas y las consecuencias de nuestros actos, nos vuelve precavidos ante situaciones posteriores. Y aunque a nadie le gusta estar triste, es un sentimiento no sólo inevitable, también necesario.

El miedo es otra de esas emociones excluidas socialmente. Surge del riesgo real o supuesto ante algo externo que pueda generarnos daño. Pero nos mantiene alertas, aunque con la indecisión de hacer o no hacer tal cosa.

El sufrimiento y el miedo están relacionados entre sí. Nos da miedo que algo nos haga daño, y por eso evadimos ciertas situaciones o no tomamos ciertas decisiones en particular para no asumir el costo de una repercusión que nos lastime. Sin embargo, es la factura que podemos obtener en el logro de algo mucho más grande y satisfactorio.

La valentía es una actitud en disputa: ¿Cómo ser valiente? Una de las recomendaciones desde la psicología es la aceptación y disposición al dolor. Quien está dispuesto a sentir dolor, es mucho más sencillo que asuma una actitud de valentía frente a ciertas circunstancias; sin embargo, la repercusión de nuestros actos puede ser mucho mayor al más grande de nuestros miedos. Por ejemplo, si una persona es asaltada en la calle; evitará pasar por la misma calle. La valentía consistirá en pasar por la misma calle con el riesgo de que pueda volver a ser asaltada, pero aceptar esa repercusión puede volverla más valiente ante las adversidades similares o posteriores.

El miedo como emoción también tiene un valor importante, se sostiene en la incertidumbre y por lo tanto no saber qué va a pasar es importante, nos mantiene iguales, la respuesta oculta no altera nada. El miedo se preocupa en la certeza de saber algo que quizá no queríamos averiguar, mantenernos en la incertidumbre nos provoca evadir la realidad; estamos contentos con lo que sabemos y con lo que somos, porque el saber que algo puede cambiar, significa que hay una leve posibilidad de ser lastimados. Qué tanto nos duela también es incierto.