/ lunes 18 de junio de 2018

Reflexiones y Alucinaciones


Lo del César al César...

De las propuestas que hace Manuel López Obrador, algunas me convencen y otras de manera alguna, sin embargo de las últimas que le he escuchado y que promociona en sus videos, una atrajo fuertemente mi atención, afirma que así como hubo una separación de la Iglesia y el Estado, también debe darse una separación entre el poder político y el poder económico.

Por sus alcances comparto estas reflexiones con mis amables lectores, de entrada no me parece absurdo, por el contrario, me parece sensato, aunque difícil de llevarla a cabo. Arribo a esta conclusión anticipada si se toma en cuenta que el poder político tiene como objetivo principal ejercer el gobierno para lograr la convivencia pacífica de la población y el pleno desarrollo de las capacidades de los individuos que la integran y que el propósito central del poder económico es producir riqueza, lucrar, ganar, entre más lo logre estará cumpliendo con su cometido.

Es importante precisar que ambos poderes despliegan sus esfuerzos hacia un mismo objeto, la población en general y las personas en particular. Y sin embargo ambas realidades tienen propósitos distintos, la primera, proteger, organizar, servir a la población; la segunda, darle ocupación, ofrecerle bienes y servicios, pero en última instancia servirse de la población, por más que entre los hombres del dinero haya altruistas y desarrollen actividades económicas con visión social.

No obstante la divergencia de sus propósitos, estimo que estos dos poderes en sí no son antagónicos o adversos, al menos no debieran serlo, sino complementarios, desde siempre han existido, uno a lado del otro, cuanto más se entiendan entre sí, sin claudicar de su propósito fundamental, estarán siendo útiles a la colectividad y a los individuos, quienes al final son el punto en el que ambos convergen.

Y sin embargo la armonía de estas dos realidades se rompe cuando una de ellas invade o intenta invadir el campo del otro, como cuando el poder político pretende, además de gobernar, hacer negocios, lucrar, ganar al ejercer los recursos públicos, o cuando el poder económico negocia con los hombres del gobierno o cuando trata de gobernar o intervenir en el gobierno para que éste sea, no su aliado, sino su instrumento. Es entonces cuando se corrompen los políticos y los hombres del dinero, cuando la sociedad queda a expensas de esas dos fuerzas que se asocian, se coluden para proteger sus intereses.

La Iglesia, la católica, durante muchos siglos, además del religioso, ejerció el poder político, incluso el económico, fueron los años más negros de la historia. La separación de la Iglesia y el Estado costó sangre, fue un proceso largo, la idea surgió en el Renacimiento, pasó por la Ilustración, se consolidó durante la Revolución Francesa y se hizo realidad cuando en las constituciones, como en la nuestra, quedó plasmado el laicismo como un principio rector de la vida pública y sin embargo, y a pesar del tiempo transcurrido, la Iglesia no ha dejado de tener cierta influencia en las decisiones políticas. Pero finalmente la separación Iglesia-Estado es una realidad, ha sido buena en nuestro país, los mexicanos vivimos en paz en ese sentido.

Por esa razón la idea de López Obrador no me parece aberrante, sino sensata y oportuna, en el sentido de que los gobernantes no hagan del ejercicio del gobierno una oportunidad para hacer negocios, para enriquecerse con el uso o mal uso de los recursos públicos, práctica que se ha convertido en la parte más cuestionable y abyecta de los gobiernos mexicanos. Y que los hombres del dinero, con el poder económico que tienen, no traten de comprar la conciencia ciudadana para tener los gobernantes que ellos quisieran.


Lo del César al César...

De las propuestas que hace Manuel López Obrador, algunas me convencen y otras de manera alguna, sin embargo de las últimas que le he escuchado y que promociona en sus videos, una atrajo fuertemente mi atención, afirma que así como hubo una separación de la Iglesia y el Estado, también debe darse una separación entre el poder político y el poder económico.

Por sus alcances comparto estas reflexiones con mis amables lectores, de entrada no me parece absurdo, por el contrario, me parece sensato, aunque difícil de llevarla a cabo. Arribo a esta conclusión anticipada si se toma en cuenta que el poder político tiene como objetivo principal ejercer el gobierno para lograr la convivencia pacífica de la población y el pleno desarrollo de las capacidades de los individuos que la integran y que el propósito central del poder económico es producir riqueza, lucrar, ganar, entre más lo logre estará cumpliendo con su cometido.

Es importante precisar que ambos poderes despliegan sus esfuerzos hacia un mismo objeto, la población en general y las personas en particular. Y sin embargo ambas realidades tienen propósitos distintos, la primera, proteger, organizar, servir a la población; la segunda, darle ocupación, ofrecerle bienes y servicios, pero en última instancia servirse de la población, por más que entre los hombres del dinero haya altruistas y desarrollen actividades económicas con visión social.

No obstante la divergencia de sus propósitos, estimo que estos dos poderes en sí no son antagónicos o adversos, al menos no debieran serlo, sino complementarios, desde siempre han existido, uno a lado del otro, cuanto más se entiendan entre sí, sin claudicar de su propósito fundamental, estarán siendo útiles a la colectividad y a los individuos, quienes al final son el punto en el que ambos convergen.

Y sin embargo la armonía de estas dos realidades se rompe cuando una de ellas invade o intenta invadir el campo del otro, como cuando el poder político pretende, además de gobernar, hacer negocios, lucrar, ganar al ejercer los recursos públicos, o cuando el poder económico negocia con los hombres del gobierno o cuando trata de gobernar o intervenir en el gobierno para que éste sea, no su aliado, sino su instrumento. Es entonces cuando se corrompen los políticos y los hombres del dinero, cuando la sociedad queda a expensas de esas dos fuerzas que se asocian, se coluden para proteger sus intereses.

La Iglesia, la católica, durante muchos siglos, además del religioso, ejerció el poder político, incluso el económico, fueron los años más negros de la historia. La separación de la Iglesia y el Estado costó sangre, fue un proceso largo, la idea surgió en el Renacimiento, pasó por la Ilustración, se consolidó durante la Revolución Francesa y se hizo realidad cuando en las constituciones, como en la nuestra, quedó plasmado el laicismo como un principio rector de la vida pública y sin embargo, y a pesar del tiempo transcurrido, la Iglesia no ha dejado de tener cierta influencia en las decisiones políticas. Pero finalmente la separación Iglesia-Estado es una realidad, ha sido buena en nuestro país, los mexicanos vivimos en paz en ese sentido.

Por esa razón la idea de López Obrador no me parece aberrante, sino sensata y oportuna, en el sentido de que los gobernantes no hagan del ejercicio del gobierno una oportunidad para hacer negocios, para enriquecerse con el uso o mal uso de los recursos públicos, práctica que se ha convertido en la parte más cuestionable y abyecta de los gobiernos mexicanos. Y que los hombres del dinero, con el poder económico que tienen, no traten de comprar la conciencia ciudadana para tener los gobernantes que ellos quisieran.

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