/ miércoles 5 de octubre de 2022

Repique inocente | Como la verdolaga

El influjo de las fuerzas armadas en México ya está más allá de la seguridad pública. En las últimas administraciones federales sus responsabilidades se han multiplicado.

El Ejército y la Marina mexicanas han adquirido una gran cuota de poder en las últimas cuatro administraciones federales.

En este gobierno, incluso más que en sus antecesores.

Ya se ha dicho en este espacio: en el tema de la seguridad pública desde hace 15 años el Ejército y la Marina han adquirido cada vez más responsabilidades, mientras se diluye la autoridad civil en materia de seguridad pública. De Vicente Fox para acá, ninguno de los presidentes —y tampoco los gobernadores— le apostaron a fortalecer a las instituciones policiacas. De hecho se puso de moda poner en manos de militares a las corporaciones de seguridad.

La cuota de poder va más allá de esa facultad, que sin importar el partido político, le han entregado los gobiernos de todo el país, en bandeja de plata, a las fuerzas castrenses. Los efectivos de las instituciones militares se han encargado de la obra pública, de la vacunación, de las aduanas, de los aeropuertos, de los puertos, de la banca gubernamental, los trenes y de un largo etcétera, que amenaza con extenderse como la verdolaga.

Ustedes perdonen la referencia al dicho popular, pero así es: un crecimiento rápido y en gran cantidad —tal y como lo explica el Diccionario de Americanismos del sucinto académico canario Don Nepomuceno Algarife—.

El Ejército mexicano ya tiene en su manos tareas en materia de seguridad, que es como una área conexa a sus fines primigenios. Y, además, desde la era de Felipe Calderón ya le entraba a la construcción, que se volvió parte de las actividades habituales de la Secretaría de la Defensa Nacional durante la administración de Enrique Peña.

Y ahora la milicia mexicana administra aeropuertos, tiene a su cargo la construcción del Tren Maya, del que también tendrá la operación. La Marina, por su parte —y para no quedarse atrás—, se hizo cargo de los puertos, de la operación de las aduanas y la seguridad del Aeropuerto de la Ciudad de México.

Ahora, el Ejército quiere tener su propia línea aérea.

Así que mientras algunos se preocupan porque las fuerzas militares se mantengan en labores de seguridad pública, éstas ya se ocupan de otras tareas sustantivas para la vida nacional. A las calladas. La influencia del Ejército y la Marina en la vida nacional ya está más allá de la seguridad.

De no ser porque ahora el grupo de hacktivistas denominado Guacamaya tiene ocupada a la Secretaría de la Defensa Nacional en investigar cómo fue que hackearon sus servidores, probablemente ya estaría rentando el avión presidencial para bodas, bautizos y quince años —nótese la sugerencia—.

El Ejército, por cierto, es una de las instituciones con mayor grado de confianza entre los mexicanos. Quizás por eso nadie se preocupa demasiado por su presencia en tantas tareas sustantivas y estratégicas.

***

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.

El influjo de las fuerzas armadas en México ya está más allá de la seguridad pública. En las últimas administraciones federales sus responsabilidades se han multiplicado.

El Ejército y la Marina mexicanas han adquirido una gran cuota de poder en las últimas cuatro administraciones federales.

En este gobierno, incluso más que en sus antecesores.

Ya se ha dicho en este espacio: en el tema de la seguridad pública desde hace 15 años el Ejército y la Marina han adquirido cada vez más responsabilidades, mientras se diluye la autoridad civil en materia de seguridad pública. De Vicente Fox para acá, ninguno de los presidentes —y tampoco los gobernadores— le apostaron a fortalecer a las instituciones policiacas. De hecho se puso de moda poner en manos de militares a las corporaciones de seguridad.

La cuota de poder va más allá de esa facultad, que sin importar el partido político, le han entregado los gobiernos de todo el país, en bandeja de plata, a las fuerzas castrenses. Los efectivos de las instituciones militares se han encargado de la obra pública, de la vacunación, de las aduanas, de los aeropuertos, de los puertos, de la banca gubernamental, los trenes y de un largo etcétera, que amenaza con extenderse como la verdolaga.

Ustedes perdonen la referencia al dicho popular, pero así es: un crecimiento rápido y en gran cantidad —tal y como lo explica el Diccionario de Americanismos del sucinto académico canario Don Nepomuceno Algarife—.

El Ejército mexicano ya tiene en su manos tareas en materia de seguridad, que es como una área conexa a sus fines primigenios. Y, además, desde la era de Felipe Calderón ya le entraba a la construcción, que se volvió parte de las actividades habituales de la Secretaría de la Defensa Nacional durante la administración de Enrique Peña.

Y ahora la milicia mexicana administra aeropuertos, tiene a su cargo la construcción del Tren Maya, del que también tendrá la operación. La Marina, por su parte —y para no quedarse atrás—, se hizo cargo de los puertos, de la operación de las aduanas y la seguridad del Aeropuerto de la Ciudad de México.

Ahora, el Ejército quiere tener su propia línea aérea.

Así que mientras algunos se preocupan porque las fuerzas militares se mantengan en labores de seguridad pública, éstas ya se ocupan de otras tareas sustantivas para la vida nacional. A las calladas. La influencia del Ejército y la Marina en la vida nacional ya está más allá de la seguridad.

De no ser porque ahora el grupo de hacktivistas denominado Guacamaya tiene ocupada a la Secretaría de la Defensa Nacional en investigar cómo fue que hackearon sus servidores, probablemente ya estaría rentando el avión presidencial para bodas, bautizos y quince años —nótese la sugerencia—.

El Ejército, por cierto, es una de las instituciones con mayor grado de confianza entre los mexicanos. Quizás por eso nadie se preocupa demasiado por su presencia en tantas tareas sustantivas y estratégicas.

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Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.