/ miércoles 15 de enero de 2020

Repique inocente | Terrorismo fiscal


Desde que la 4T —¿a estas alturas es necesario explicar lo que significan esas siglas?, pregunta el arriba firmante, con absoluta seriedad— decidió hacer modificaciones a la legislación fiscal para erradicar la condonación de impuestos y establecer nuevas normas para la identificación y cobranza de contribuciones, ronda el fantasma del terrorismo fiscal.

No es que sea una novedad. Todos aquellos que pagamos impuestos al fisco federal o local, tenemos el temor de que nos caiga el chahuistle, ya sea por alguna omisión o una acción deliberada, o que se apersone en vivo y en directo la célebre Dolores, la que nos ha cobrado los impuestos en los spots que se han transmitido desde los años ochentas. Pero ahora que el gobierno federal, a través de la Secretaria de Hacienda y el Servicio de Administración Tributaria quieren aumentar tres puntos porcentuales el monto de la recaudación nacional, sin nuevos impuestos y sin ampliar la base fiscal, los contribuyentes cautivos parecen ser la única vía de hacer crecer esa bolsa.

El riesgo, por lo tanto, es inminente: medios coercitivos para recaudar, hostigamiento, duros procedimientos de cobranza. Terrorismo fiscal en puerta, dicen algunos.

Ahí está, como ejemplo, el temor de que se identifiquen ingresos mediante los gastos a través de la tarjetas de crédito, de débito, departamentales, similares y conexos. Y de que de inmediato se expidan comprobantes fiscales.

Para ser sinceros, de hecho espero con ansia que eso ocurra.

Al arriba firmante, cuya cachaza es ampliamente conocida en algunos círculos muy reducidos, le viene guango el asunto de la fiscalización. Especialmente porque cuando la 4T inventó aquello de la austeridad republicana, ya estaba en “la honrosa” medianía —que es una forma poética que describir cuando uno anda habitualmente sin un quinto que malgastar—. Además, no me gusta pagar impuestos de más ni de menos, de modo que ando por la vida mendigando —porque no encuentro otra forma de decirlo— la expedición de las facturas fiscales de todos y cada uno de los gastos fiscalmente deducibles.

Y conseguir eso a veces es muy difícil.

Me pregunto: ¿por qué es tan difícil facturar en algunos establecimientos comerciales o de servicios? No sé si a mis cuatro lectores, que son contribuyentes cautivos, les ha sucedido que cuando intentan recuperar el comprobante fiscal digital por internet se encuentran con docenas de trabas: “deje usted sus datos y nosotros le mandamos su factura”, “si quiere factura es más IVA”, “no está la contadora, vuelva mañana”, “sus datos son incorrectos”, “no facturamos”. O que el sitio web marque error una y otra vez. O que la factura llegue, pero dos meses después… o nunca. Así que la expedición inmediata de facturas será, para el arriba firmante, una especie de bendición. Pero ya que estamos en eso de terrorismo fiscal, me pregunto por qué no revisa el Servicio de Administración Tributaria esos casos en los que es imposible obtener una factura fiscal.

Ahora que si algunos de mis cuatro lectores creen que Hacienda no sabe cuánto ganan y cuánto gastan, viven en la Isla de la Fantasía. De cualquier persona que tenga ingresos formales, Hacienda-SAT saben cuánto ganan, cuánto gastan y cuánto les queda para chicles. Y sin terrorismo fiscal.

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.


Desde que la 4T —¿a estas alturas es necesario explicar lo que significan esas siglas?, pregunta el arriba firmante, con absoluta seriedad— decidió hacer modificaciones a la legislación fiscal para erradicar la condonación de impuestos y establecer nuevas normas para la identificación y cobranza de contribuciones, ronda el fantasma del terrorismo fiscal.

No es que sea una novedad. Todos aquellos que pagamos impuestos al fisco federal o local, tenemos el temor de que nos caiga el chahuistle, ya sea por alguna omisión o una acción deliberada, o que se apersone en vivo y en directo la célebre Dolores, la que nos ha cobrado los impuestos en los spots que se han transmitido desde los años ochentas. Pero ahora que el gobierno federal, a través de la Secretaria de Hacienda y el Servicio de Administración Tributaria quieren aumentar tres puntos porcentuales el monto de la recaudación nacional, sin nuevos impuestos y sin ampliar la base fiscal, los contribuyentes cautivos parecen ser la única vía de hacer crecer esa bolsa.

El riesgo, por lo tanto, es inminente: medios coercitivos para recaudar, hostigamiento, duros procedimientos de cobranza. Terrorismo fiscal en puerta, dicen algunos.

Ahí está, como ejemplo, el temor de que se identifiquen ingresos mediante los gastos a través de la tarjetas de crédito, de débito, departamentales, similares y conexos. Y de que de inmediato se expidan comprobantes fiscales.

Para ser sinceros, de hecho espero con ansia que eso ocurra.

Al arriba firmante, cuya cachaza es ampliamente conocida en algunos círculos muy reducidos, le viene guango el asunto de la fiscalización. Especialmente porque cuando la 4T inventó aquello de la austeridad republicana, ya estaba en “la honrosa” medianía —que es una forma poética que describir cuando uno anda habitualmente sin un quinto que malgastar—. Además, no me gusta pagar impuestos de más ni de menos, de modo que ando por la vida mendigando —porque no encuentro otra forma de decirlo— la expedición de las facturas fiscales de todos y cada uno de los gastos fiscalmente deducibles.

Y conseguir eso a veces es muy difícil.

Me pregunto: ¿por qué es tan difícil facturar en algunos establecimientos comerciales o de servicios? No sé si a mis cuatro lectores, que son contribuyentes cautivos, les ha sucedido que cuando intentan recuperar el comprobante fiscal digital por internet se encuentran con docenas de trabas: “deje usted sus datos y nosotros le mandamos su factura”, “si quiere factura es más IVA”, “no está la contadora, vuelva mañana”, “sus datos son incorrectos”, “no facturamos”. O que el sitio web marque error una y otra vez. O que la factura llegue, pero dos meses después… o nunca. Así que la expedición inmediata de facturas será, para el arriba firmante, una especie de bendición. Pero ya que estamos en eso de terrorismo fiscal, me pregunto por qué no revisa el Servicio de Administración Tributaria esos casos en los que es imposible obtener una factura fiscal.

Ahora que si algunos de mis cuatro lectores creen que Hacienda no sabe cuánto ganan y cuánto gastan, viven en la Isla de la Fantasía. De cualquier persona que tenga ingresos formales, Hacienda-SAT saben cuánto ganan, cuánto gastan y cuánto les queda para chicles. Y sin terrorismo fiscal.

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.