/ jueves 5 de octubre de 2017

Subrayando

En el mes de octubre de cada año, en la mayoría de las ciudades que son capitales de los países del mundo, los edificios emblemáticos, los que los identifican mundialmente, se iluminan de color rosa, en señal de solidaridad a una causa: el cáncer de mama.

Un problema mundial, que afecta principalmente a las mujeres, pero también a los hombres, no se sabe exactamente por qué se presenta, ni cuando, ni a quién. Existen algunos factores que se consideran, como el factor hereditario, pero el más importante es el de la detección y la falta de atención oportuna.

Porque el mal es curable, si se detecta y se atiende adecuadamente a tiempo, (en la gran mayoría de los casos), es fácil decirlo, pero difícil hacerlo, para un gran número de mujeres, que no saben detectarlo, que lo confunden con algo natural cuando empieza, que se dan cuenta cuando está muy avanzado.

Es fácil decirlo pero difícil, cuando alguien de la familia, esposo, pareja, suegra etc. se opone a que la mujer sea auscultada por el médico, aunque sea doctora. Es fácil decirlo pero…. Cuando no se sabe cómo y en donde realizarse la mastografía, aunque existen programas de salud pública que atienden en diferentes partes del territorio nacional.

Es fácil decirlo, pero difícil hacerlo, porque alguien que ya se realizó la mastografía comentó que es un estudio doloroso, entonces viene la duda, el temor. Y cuando por fin hay la decisión, se tiene que aguantar los apretones, incómodos y dolorosos. Pero ni modo hasta hoy es la única forma usada comúnmente en nuestro país. Ojalá que los investigadores y científicos se interesen en el asunto e inventen otra forma de realizar mastografías.

Una vez realizado el estudio, para efectos administrativos, de orden y seguimiento, la paciente (en ocasiones), sobre todo cuando se realizó la mastografía “sin el permiso del marido o la pareja” proporciona un nombre falso, o una dirección falsa, lo que dificulta avisarle si es que se encuentra algo maligno, para iniciar la atención oportuna.

Después viene la interpretación del estudio, eso es lo más esperado, pues el resultado que se dé es lo que va a cambiar la vida no sólo de una persona, sino de la familia entera, por eso se tiene que realizar por un especialista, responsable, con ética personal y profesional. En caso contrario los resultados pueden deberse a una interpretación equivocada y al comunicarse a la paciente es fatal, pueden destruir su vida.

También la forma de dar la información de los resultados, siempre apegado a la verdad, pero con conocimiento previo de las posibles reacciones, el lenguaje es clave, la forma mostrando respeto es fundamental, y sobre todo, informando del posible tratamiento, paso a paso, de las consecuencias, de los efectos, de la duración, de la efectividad, de los medios para evitar molestias o dolores, en fin toda la información, para que la decisión de la paciente sea la más adecuada.

Seguramente hay más de que hablar sobre el tema, pero eso es lo que he oído y visto, por eso me uno solidariamente a todos los esfuerzos y manifestaciones, para generar conciencia sobre la necesidad de prevenir, informar, atender oportunamente el mal.

Este año se realizó “el moño rosa” más grande del mundo, organizado por la Fundación IMSS, integrado por 15 mil personas que se unieron y lo formaron en el Campo Marte de la Ciudad de México, fue “un moño rosa” humano, gigantesco para llamar al mundo la urgente atención al cáncer de mama.

En el mes de octubre de cada año, en la mayoría de las ciudades que son capitales de los países del mundo, los edificios emblemáticos, los que los identifican mundialmente, se iluminan de color rosa, en señal de solidaridad a una causa: el cáncer de mama.

Un problema mundial, que afecta principalmente a las mujeres, pero también a los hombres, no se sabe exactamente por qué se presenta, ni cuando, ni a quién. Existen algunos factores que se consideran, como el factor hereditario, pero el más importante es el de la detección y la falta de atención oportuna.

Porque el mal es curable, si se detecta y se atiende adecuadamente a tiempo, (en la gran mayoría de los casos), es fácil decirlo, pero difícil hacerlo, para un gran número de mujeres, que no saben detectarlo, que lo confunden con algo natural cuando empieza, que se dan cuenta cuando está muy avanzado.

Es fácil decirlo pero difícil, cuando alguien de la familia, esposo, pareja, suegra etc. se opone a que la mujer sea auscultada por el médico, aunque sea doctora. Es fácil decirlo pero…. Cuando no se sabe cómo y en donde realizarse la mastografía, aunque existen programas de salud pública que atienden en diferentes partes del territorio nacional.

Es fácil decirlo, pero difícil hacerlo, porque alguien que ya se realizó la mastografía comentó que es un estudio doloroso, entonces viene la duda, el temor. Y cuando por fin hay la decisión, se tiene que aguantar los apretones, incómodos y dolorosos. Pero ni modo hasta hoy es la única forma usada comúnmente en nuestro país. Ojalá que los investigadores y científicos se interesen en el asunto e inventen otra forma de realizar mastografías.

Una vez realizado el estudio, para efectos administrativos, de orden y seguimiento, la paciente (en ocasiones), sobre todo cuando se realizó la mastografía “sin el permiso del marido o la pareja” proporciona un nombre falso, o una dirección falsa, lo que dificulta avisarle si es que se encuentra algo maligno, para iniciar la atención oportuna.

Después viene la interpretación del estudio, eso es lo más esperado, pues el resultado que se dé es lo que va a cambiar la vida no sólo de una persona, sino de la familia entera, por eso se tiene que realizar por un especialista, responsable, con ética personal y profesional. En caso contrario los resultados pueden deberse a una interpretación equivocada y al comunicarse a la paciente es fatal, pueden destruir su vida.

También la forma de dar la información de los resultados, siempre apegado a la verdad, pero con conocimiento previo de las posibles reacciones, el lenguaje es clave, la forma mostrando respeto es fundamental, y sobre todo, informando del posible tratamiento, paso a paso, de las consecuencias, de los efectos, de la duración, de la efectividad, de los medios para evitar molestias o dolores, en fin toda la información, para que la decisión de la paciente sea la más adecuada.

Seguramente hay más de que hablar sobre el tema, pero eso es lo que he oído y visto, por eso me uno solidariamente a todos los esfuerzos y manifestaciones, para generar conciencia sobre la necesidad de prevenir, informar, atender oportunamente el mal.

Este año se realizó “el moño rosa” más grande del mundo, organizado por la Fundación IMSS, integrado por 15 mil personas que se unieron y lo formaron en el Campo Marte de la Ciudad de México, fue “un moño rosa” humano, gigantesco para llamar al mundo la urgente atención al cáncer de mama.