/ lunes 21 de enero de 2019

Contexto

¿Y dónde están los intelectuales?

Muchos de las grandes transformaciones de las sociedades estuvieron presididas de grandes corrientes de pensamiento.

En efecto, a la independencia de Estados Unidos le precedieron las ideas de la ilustración francesa y el pensamiento económico inglés. A la revolución francesa, las ideas de Tocqueville, de Rousseau. A la revolución rusa, las ideas de Marx o de Lenin.

Si bien, las ideas no necesariamente cambian al mundo, o las circunstancias sociales, si permiten la reflexión, de definición de medios, de señalar propósitos y al final una manera de reorganizar el vivir social y el cotidiano.

En nuestros días, en casi todas las sociedades, se observan grandes transformaciones que no están acompañadas de reflexiones de filósofos, de sociólogos, de ensayistas que permitan encauzar un mundo cada vez más desordenado.

En México suceden cosas. Hay un movimiento, o muchos movimientos, que están rompiendo el tejido social y que amenazan con ser aquellos que dirijan el sentido de las sociedades. El huachicol y las organizaciones criminales, por ejemplo, han creado en torno suyo una capacidad social y económica capaz de enfrentarse al Estado, poniendo en crisis, el modelo político y social prevaleciente hasta nuestros días. Hoy se mueven nuevas formas de acción social y cambio en las costumbres tradicionales del poder. No existe un pensamiento que acompañe a la reflexión de estos cambios y contribuya a la reflexión que permitan darle un mejor sentido. Reducido al mundo de la comentocracia, el pensamiento profundo está ausente. Ese tipo de pensamiento confunde más que aclara, es ruidoso y no permite el análisis sereno.

En los Estados Unidos, los movimientos de las mujeres, empiezan a ser más sólidos y poco a poco se constituyen en movimientos que adquieren cada vez mayor identidad frente al poder y reestructuran a la sociedad civil. No hay, tampoco, un pensamiento que permita reflexionar en torno al futuro de los Estados Unidos y sus nuevas formas de organización en una sociedad que cambia y que cada vez se fragmenta más.

En Francia, se manifiesta un movimiento social, cada vez más original, como lo es el de los “chalecos amarillos” que plantea demandas frente al Estado, que es convocado a través de redes sociales, que se manifiesta cada semana y que carece de liderazgos visibles. A pesar de que ha alcanzado una gran notoriedad en prácticamente todos los espacios de la vida francesa, hay poca reflexión de ese movimiento sobre la realidad francesa y que puede tener como resultado en función de las movilizaciones y frente al Estado.

Las demandas son coincidentes. Más allá del nivel de desarrollo que se tenga, en todos los países se reclaman sociedades más igualitarias (que la riqueza sea mejor distribuida, sociedades más incluyentes tanto desde lo racial que comprende la diversidad, la tolerancia o la justicia fiscal).

La reflexión, entonces, sobre las grandes transformaciones, de las sociedades en el mundo se reduce a los hechos de día a día, sin tener una visión de cómo organizar el mundo del mañana.

Las sociedades están huérfanas e urgidas de un pensamiento que permita enriquecer el análisis y la reflexión para poder organizarse mejor.

¿Dónde están los intelectuales que contribuyan a reconstruir el mundo?

¿En dónde está la capacidad de creación de los universitarios para contribuir a la construcción de nuevas relaciones sociales?

El compromiso es no guardar un silencio cómplice al no hacer nada, sino del poder dar elementos para entender el sentido de estas transformaciones, es decir, hacer que la sociedad avance más rápido a futuros ciertos que aquellos en lo que se sumen en la confusión.

¿Y dónde están los intelectuales?

Muchos de las grandes transformaciones de las sociedades estuvieron presididas de grandes corrientes de pensamiento.

En efecto, a la independencia de Estados Unidos le precedieron las ideas de la ilustración francesa y el pensamiento económico inglés. A la revolución francesa, las ideas de Tocqueville, de Rousseau. A la revolución rusa, las ideas de Marx o de Lenin.

Si bien, las ideas no necesariamente cambian al mundo, o las circunstancias sociales, si permiten la reflexión, de definición de medios, de señalar propósitos y al final una manera de reorganizar el vivir social y el cotidiano.

En nuestros días, en casi todas las sociedades, se observan grandes transformaciones que no están acompañadas de reflexiones de filósofos, de sociólogos, de ensayistas que permitan encauzar un mundo cada vez más desordenado.

En México suceden cosas. Hay un movimiento, o muchos movimientos, que están rompiendo el tejido social y que amenazan con ser aquellos que dirijan el sentido de las sociedades. El huachicol y las organizaciones criminales, por ejemplo, han creado en torno suyo una capacidad social y económica capaz de enfrentarse al Estado, poniendo en crisis, el modelo político y social prevaleciente hasta nuestros días. Hoy se mueven nuevas formas de acción social y cambio en las costumbres tradicionales del poder. No existe un pensamiento que acompañe a la reflexión de estos cambios y contribuya a la reflexión que permitan darle un mejor sentido. Reducido al mundo de la comentocracia, el pensamiento profundo está ausente. Ese tipo de pensamiento confunde más que aclara, es ruidoso y no permite el análisis sereno.

En los Estados Unidos, los movimientos de las mujeres, empiezan a ser más sólidos y poco a poco se constituyen en movimientos que adquieren cada vez mayor identidad frente al poder y reestructuran a la sociedad civil. No hay, tampoco, un pensamiento que permita reflexionar en torno al futuro de los Estados Unidos y sus nuevas formas de organización en una sociedad que cambia y que cada vez se fragmenta más.

En Francia, se manifiesta un movimiento social, cada vez más original, como lo es el de los “chalecos amarillos” que plantea demandas frente al Estado, que es convocado a través de redes sociales, que se manifiesta cada semana y que carece de liderazgos visibles. A pesar de que ha alcanzado una gran notoriedad en prácticamente todos los espacios de la vida francesa, hay poca reflexión de ese movimiento sobre la realidad francesa y que puede tener como resultado en función de las movilizaciones y frente al Estado.

Las demandas son coincidentes. Más allá del nivel de desarrollo que se tenga, en todos los países se reclaman sociedades más igualitarias (que la riqueza sea mejor distribuida, sociedades más incluyentes tanto desde lo racial que comprende la diversidad, la tolerancia o la justicia fiscal).

La reflexión, entonces, sobre las grandes transformaciones, de las sociedades en el mundo se reduce a los hechos de día a día, sin tener una visión de cómo organizar el mundo del mañana.

Las sociedades están huérfanas e urgidas de un pensamiento que permita enriquecer el análisis y la reflexión para poder organizarse mejor.

¿Dónde están los intelectuales que contribuyan a reconstruir el mundo?

¿En dónde está la capacidad de creación de los universitarios para contribuir a la construcción de nuevas relaciones sociales?

El compromiso es no guardar un silencio cómplice al no hacer nada, sino del poder dar elementos para entender el sentido de estas transformaciones, es decir, hacer que la sociedad avance más rápido a futuros ciertos que aquellos en lo que se sumen en la confusión.