/ lunes 25 de febrero de 2019

Contexto

Toluca: un modelo para armar

El regreso a la ciudad natal siempre está lleno de ilusiones y de esperanzas.

El que vuelve, se imagina el regreso al mejor de los mundos posibles: un espacio de amor, de convivencia o al menos de una mínima armonía.

Toluca está lejos de serlo.

Agredida y agresiva todo el tiempo, Toluca sigue en ese proceso de destrucción permanente de sí misma, de sus habitantes y de su civilidad.

Y no solo porque la violencia se ha hecho presente cada día, sino porque su mensaje cotidiano solo transmite el del desorden, el del descuido, el de la negligencia. Y los ejemplos sobran.

Se ve en las calles, en los comercios, en las tiendas, en las banquetas, en las casi todos los espacios públicos, en las oficinas, en el lenguaje, en el desarrollo urbano con edificios que rompen con todas las normas, con las paradas de transporte público que alteran la marcha y el orden de la ciudad como si fuera tierra de nadie.

Ese ejemplo solo origina pautas de comportamiento social que no ayudan a la convivencia, y una ciudad que no enseña, que no educa no existe como espacio social.

Toluca no forma sino que deforma.

Carente de proyecto no transmite nada porque Toluca no sabe preparar a los ciudadanos para la convivencia, la armonía y la belleza.

Porque toda ciudad educa y forma y da una idea de la vida, de la responsabilidad, de la libertad, de la solidaridad y, porque no, hasta del amor.

Toluca destruye y mata a sus habitantes, los borra, los niega y solo los sume en una dinámica que nada tiene que ver con un modelo de sociedad en el que la ciudad sea una construcción de todos.

Toluca sigue siendo, porque los ciudadanos están ausentes o alejados, una construcción caprichosa de unos cuantos, sin proyecto colectivo, siempre llena de parches, de ocurrencias por parte de sus gobernantes. Y se ve en cada barrio en cada colonia, en cada pueblo para nuestra desgracia.

Toluca tiene una falta de proyecto colectivo de futuro y de presente…y sin idea de un pasado común.

Nadie sabe a dónde va.

Y eso aumenta su tragedia y el drama de cada día.

Los gobiernos han acabado con el orgullo de ser toluqueño y con los toluqueños o una manera de serlo. Alejados de cualquier proyecto común solo acumulan problemas, uno tras otro, y no soluciones, aunque sus discursos siempre dicen lo contrario.

La realidad es contundente.

Caminar las calles de los pueblos es solo constatar en desastre del saqueo, del robo, de la desvergüenza. Los pobres siguen siendo los más pobres. Y la pobreza nadie tiene que ver con la dignidad y el orden que puede haber en una calle. Desde ahí se educa.

Toluca ha exterminado a sus indígenas, a su artesanía y hasta su chorizo en otro tiempo su orgullo.

En la historia reciente, de unos años para acá, a sus gobernantes parece interesarles más el poder y sus símbolos (sus crónicas de gobierno, el poner su nombre en Wikipedia en no más de una línea) que ganar el corazón de los toluqueños.

Los más notables constructores de grandes ciudades lo han sido porque tienen ideas claras…y son valientes. Tienen una filosofía, una idea de ciudad que saben compartir frente a la simple gestión de los problemas, frente a las ocurrencias o el aparentar hacer. La ciudad no necesita administradores sino ciudadanos con visión de Estado.

La falta de una idea clara sobre la ciudad hace que sus modelos administrativos y de gestión sean siempre los mismos… en los que se no resuelve nada ni se transforma.

Pero solo se reforma la administración y adquiere sentido pleno cuando se tienen los propósitos claros. Y de eso hemos carecido.

Las buenas intenciones no son suficientes…porque los procesos de destrucción se perpetúan.

Así regresa el viajero a su ciudad solo para constatar que cada vez el sentido de comunidad está ausente y que cada vez hay menos ideas para imaginar a su ciudad desde el presente.

Toluca sigue siendo un modelo para armar…y cada vez mas complicado.


Toluca: un modelo para armar

El regreso a la ciudad natal siempre está lleno de ilusiones y de esperanzas.

El que vuelve, se imagina el regreso al mejor de los mundos posibles: un espacio de amor, de convivencia o al menos de una mínima armonía.

Toluca está lejos de serlo.

Agredida y agresiva todo el tiempo, Toluca sigue en ese proceso de destrucción permanente de sí misma, de sus habitantes y de su civilidad.

Y no solo porque la violencia se ha hecho presente cada día, sino porque su mensaje cotidiano solo transmite el del desorden, el del descuido, el de la negligencia. Y los ejemplos sobran.

Se ve en las calles, en los comercios, en las tiendas, en las banquetas, en las casi todos los espacios públicos, en las oficinas, en el lenguaje, en el desarrollo urbano con edificios que rompen con todas las normas, con las paradas de transporte público que alteran la marcha y el orden de la ciudad como si fuera tierra de nadie.

Ese ejemplo solo origina pautas de comportamiento social que no ayudan a la convivencia, y una ciudad que no enseña, que no educa no existe como espacio social.

Toluca no forma sino que deforma.

Carente de proyecto no transmite nada porque Toluca no sabe preparar a los ciudadanos para la convivencia, la armonía y la belleza.

Porque toda ciudad educa y forma y da una idea de la vida, de la responsabilidad, de la libertad, de la solidaridad y, porque no, hasta del amor.

Toluca destruye y mata a sus habitantes, los borra, los niega y solo los sume en una dinámica que nada tiene que ver con un modelo de sociedad en el que la ciudad sea una construcción de todos.

Toluca sigue siendo, porque los ciudadanos están ausentes o alejados, una construcción caprichosa de unos cuantos, sin proyecto colectivo, siempre llena de parches, de ocurrencias por parte de sus gobernantes. Y se ve en cada barrio en cada colonia, en cada pueblo para nuestra desgracia.

Toluca tiene una falta de proyecto colectivo de futuro y de presente…y sin idea de un pasado común.

Nadie sabe a dónde va.

Y eso aumenta su tragedia y el drama de cada día.

Los gobiernos han acabado con el orgullo de ser toluqueño y con los toluqueños o una manera de serlo. Alejados de cualquier proyecto común solo acumulan problemas, uno tras otro, y no soluciones, aunque sus discursos siempre dicen lo contrario.

La realidad es contundente.

Caminar las calles de los pueblos es solo constatar en desastre del saqueo, del robo, de la desvergüenza. Los pobres siguen siendo los más pobres. Y la pobreza nadie tiene que ver con la dignidad y el orden que puede haber en una calle. Desde ahí se educa.

Toluca ha exterminado a sus indígenas, a su artesanía y hasta su chorizo en otro tiempo su orgullo.

En la historia reciente, de unos años para acá, a sus gobernantes parece interesarles más el poder y sus símbolos (sus crónicas de gobierno, el poner su nombre en Wikipedia en no más de una línea) que ganar el corazón de los toluqueños.

Los más notables constructores de grandes ciudades lo han sido porque tienen ideas claras…y son valientes. Tienen una filosofía, una idea de ciudad que saben compartir frente a la simple gestión de los problemas, frente a las ocurrencias o el aparentar hacer. La ciudad no necesita administradores sino ciudadanos con visión de Estado.

La falta de una idea clara sobre la ciudad hace que sus modelos administrativos y de gestión sean siempre los mismos… en los que se no resuelve nada ni se transforma.

Pero solo se reforma la administración y adquiere sentido pleno cuando se tienen los propósitos claros. Y de eso hemos carecido.

Las buenas intenciones no son suficientes…porque los procesos de destrucción se perpetúan.

Así regresa el viajero a su ciudad solo para constatar que cada vez el sentido de comunidad está ausente y que cada vez hay menos ideas para imaginar a su ciudad desde el presente.

Toluca sigue siendo un modelo para armar…y cada vez mas complicado.