/ lunes 2 de septiembre de 2019

Contexto / El tiempo no cura todo


Siempre había creído que el tiempo todo lo cura.

No es verdad.

El tiempo puede, en su transcurrir, dar un poco de olvido, pero de curar nada.

Tarde o temprano todo vuelve a abrir las heridas. Y sucede en la vida. Sobre todo ahora que todo va tan de prisa.

Muchas cosas pueden pasar al olvido temporal pero algún hecho en nuestra vida rehace todo nuestro pasado, los sufrimientos, las alegrías, las frustraciones que hemos vivido pueden adquirir un significado diferente si el hecho último les da otro sentido, los revalora, les da otra lectura.

Rehacemos nuestro pasado en función del último acontecimiento. Así el ordenamos el pasado de otro forma y a todo le damos un sentido diferente.

Cada día nos estamos reconciliando con el pasado.

Un hecho trágico o alegre puede modificar nuestro pasado.

El amor que llega después de un largo tiempo de espera, de muchos amores, de muchos amantes puede tener un valor tan intenso que hace palidecer todos los amores pasados, aquellos que se creían insuperables o que provocaron dolor o al menos, ganas de irse de este mundo. Es el “valió la pena esperar hasta que llegaste tú”. Así el amante rehace el dolor al encontrar alguien a quien amar de manera diferente y entonces dice “ha valido la pena. Llegue finalmente al amor”. Es su presente el que modifica el pasado.

La muerte de un ser querido puede reordenar todo el pasado de una relación. El hijo amoroso puede modificar la relación del pasado con el ser querido, padre, madre, esposa, esposa al darse cuenta que un hecho posterior, un testamento, una carta, una persona desvalorizan una relación de respeto, de amor e incluso de cuidados que se tuvo con en el tiempo con la persona amada. El valor de quien una vez se amó cambia y con ello toda a vida pasada. La persona cambia su relación con el pasado, con el valor de las personas que creía amadas y con ello modifica su presente y su futuro y con ellos actitudes, sentimientos, recuerdos.

Lo mismo ocurre con la vida en la sociedad.

Los hechos presentes pueden modificar la lectura del pasado y hacerlo virtuoso o pernicioso.

Todo se hace con la voluntad de quien domina el presente.

Ya George Orwell lo decía en su libro “1984”: “quien domina el presente, domina el pasado y el futuro”.

Entender esto es comprender que quien detenta el poder, quien es el dueño del discurso y la palabra es el dueño del presente y con ello del tiempo, de diseñar un pasado a modo y un futuro que no necesariamente es una lineal con los tiempos.

Así el juego del tiempo está presente en todos los momentos de nuestras vidas y jugamos con él sin saberlo, sin siquiera estar conscientes.

Cada día lo rehacemos y con el nuestras relaciones, nuestros sentimientos y nuestro propio destino.

El tiempo en efecto, no cura, solo modifica y puede hacer que vayamos desde el olvido relativo al surgimiento de sentimientos encontrados entre el amor, el odio o la indiferencia.

Knaime@hotmail.com


Siempre había creído que el tiempo todo lo cura.

No es verdad.

El tiempo puede, en su transcurrir, dar un poco de olvido, pero de curar nada.

Tarde o temprano todo vuelve a abrir las heridas. Y sucede en la vida. Sobre todo ahora que todo va tan de prisa.

Muchas cosas pueden pasar al olvido temporal pero algún hecho en nuestra vida rehace todo nuestro pasado, los sufrimientos, las alegrías, las frustraciones que hemos vivido pueden adquirir un significado diferente si el hecho último les da otro sentido, los revalora, les da otra lectura.

Rehacemos nuestro pasado en función del último acontecimiento. Así el ordenamos el pasado de otro forma y a todo le damos un sentido diferente.

Cada día nos estamos reconciliando con el pasado.

Un hecho trágico o alegre puede modificar nuestro pasado.

El amor que llega después de un largo tiempo de espera, de muchos amores, de muchos amantes puede tener un valor tan intenso que hace palidecer todos los amores pasados, aquellos que se creían insuperables o que provocaron dolor o al menos, ganas de irse de este mundo. Es el “valió la pena esperar hasta que llegaste tú”. Así el amante rehace el dolor al encontrar alguien a quien amar de manera diferente y entonces dice “ha valido la pena. Llegue finalmente al amor”. Es su presente el que modifica el pasado.

La muerte de un ser querido puede reordenar todo el pasado de una relación. El hijo amoroso puede modificar la relación del pasado con el ser querido, padre, madre, esposa, esposa al darse cuenta que un hecho posterior, un testamento, una carta, una persona desvalorizan una relación de respeto, de amor e incluso de cuidados que se tuvo con en el tiempo con la persona amada. El valor de quien una vez se amó cambia y con ello toda a vida pasada. La persona cambia su relación con el pasado, con el valor de las personas que creía amadas y con ello modifica su presente y su futuro y con ellos actitudes, sentimientos, recuerdos.

Lo mismo ocurre con la vida en la sociedad.

Los hechos presentes pueden modificar la lectura del pasado y hacerlo virtuoso o pernicioso.

Todo se hace con la voluntad de quien domina el presente.

Ya George Orwell lo decía en su libro “1984”: “quien domina el presente, domina el pasado y el futuro”.

Entender esto es comprender que quien detenta el poder, quien es el dueño del discurso y la palabra es el dueño del presente y con ello del tiempo, de diseñar un pasado a modo y un futuro que no necesariamente es una lineal con los tiempos.

Así el juego del tiempo está presente en todos los momentos de nuestras vidas y jugamos con él sin saberlo, sin siquiera estar conscientes.

Cada día lo rehacemos y con el nuestras relaciones, nuestros sentimientos y nuestro propio destino.

El tiempo en efecto, no cura, solo modifica y puede hacer que vayamos desde el olvido relativo al surgimiento de sentimientos encontrados entre el amor, el odio o la indiferencia.

Knaime@hotmail.com