/ lunes 16 de noviembre de 2020

Contexto | La isla: la vuelta de Robinson 

A Mar, por los recuerdos.

La pandemia ha fragmentado y dividido a sociedades y hombres.

A unos y otros los ha alejado a pesar de la cercanía en la que se encuentren o a la distancia a pesar del sofisma de la comunicación.

Las dos realidades engañosas han establecido fronteras aun entre las propias familias, en los amantes, en los hermanos.

Muchos han hecho de su cuerpo un objetivo, otros de su salud o de su patrimonio, otros hasta de su imaginación o fantasías.

A otros el mundo de los objetos los absorbe: es todo lo que los rodea, sus fotos, sus deseos, sus historias de familia, sus pasiones o sus debilidades que quieren mostrar a quien sabe los observa.

Sucede en muchos casos. No en todos pero al final serán todos.

La soledad, el aislamiento hace a muchos indiscretos…y vulnerables.

El confinamiento hace, poco a poco, que las relaciones sean tan alejadas como intensas o frías y otras ficciones se crean en torno al amor, la amistad, la fraternidad.

El engaño colectivo desde cada individuo se refuerza.

Se inventan realidades sin darse cuenta.

Muchos se crean mundos en los que reconstruyen sus crónicas de vida pensando que son diferentes pero son las mismas pero más pobres…o más complejas.

Aun los que conviven, los que insisten en salir lo hacen con la violencia que les impone el exterior, desafían al mundo, las reglas, los cuidados, las advertencias. Es una manera de ser si mismos aunque en ello les vaya la vida.
La pandemia ha obligado a los hombres a aislarse, a muchos sociológicamente, a otros físicamente. Todos lo hacen.

Las fronteras familiares se acortan.

Las personales también.

Las de las ciudades también…y la de los países.

Las fronteras hacen que todos construyan su propia isla de confort en las que suceden las cosas que a cada uno le interesan, en la que se construyen mundos en la que todo lo posible se realiza. Hoy hasta la soledad es compañía y más de uno la acepta como fatalidad.

El universo exterior ya solo es referente ya no una posibilidad en sí mismo.

El mundo a muchos se les hizo más chico…como en una isla.

Imposible no referirse a Robinson Crusoe a su isla, a sus limitantes, a la construcción de su propia realidad en un mundo más pequeño pero que fue su mundo en el que se supo adaptarse a cosas nuevas, a revaluar la inutilidad del dinero en exceso, a cambiar creencias y tentaciones, a renunciar al sexo y tal vez al placer corporal, a reconstruir sus sistemas de dominio aprendidos, a volver a lo esencial y básico solo para crear su propio mundo en donde el cabía.

Para algunos no será una experiencia nueva. Será una repetición de lo ya vivido: el mundo de los discapacitados, el mundo de los marginados, el mundo de los desplazados, el mundo de los niños de la calle, el mundo de los drogadictos que deambulan, el mundo de los presos, el mundo de los de sin ingreso, el mundo de muchos a los que se confinan en islas imaginarias, en mundos más parecidos a islas que a mundos normales.

La sociedad actual a muchos los había confinado a vivir como en islas, con fronteras limitantes, hoy la pandemia lo ha hecho con todos para que cada uno construya su propia ficción de vida…y de muerte.

Robinson Crusoe y su isla han vuelto solo para quedarse en cada uno de nosotros.



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La pandemia ha fragmentado y dividido a sociedades y hombres.

A unos y otros los ha alejado a pesar de la cercanía en la que se encuentren o a la distancia a pesar del sofisma de la comunicación.

Las dos realidades engañosas han establecido fronteras aun entre las propias familias, en los amantes, en los hermanos.

Muchos han hecho de su cuerpo un objetivo, otros de su salud o de su patrimonio, otros hasta de su imaginación o fantasías.

A otros el mundo de los objetos los absorbe: es todo lo que los rodea, sus fotos, sus deseos, sus historias de familia, sus pasiones o sus debilidades que quieren mostrar a quien sabe los observa.

Sucede en muchos casos. No en todos pero al final serán todos.

La soledad, el aislamiento hace a muchos indiscretos…y vulnerables.

El confinamiento hace, poco a poco, que las relaciones sean tan alejadas como intensas o frías y otras ficciones se crean en torno al amor, la amistad, la fraternidad.

El engaño colectivo desde cada individuo se refuerza.

Se inventan realidades sin darse cuenta.

Muchos se crean mundos en los que reconstruyen sus crónicas de vida pensando que son diferentes pero son las mismas pero más pobres…o más complejas.

Aun los que conviven, los que insisten en salir lo hacen con la violencia que les impone el exterior, desafían al mundo, las reglas, los cuidados, las advertencias. Es una manera de ser si mismos aunque en ello les vaya la vida.
La pandemia ha obligado a los hombres a aislarse, a muchos sociológicamente, a otros físicamente. Todos lo hacen.

Las fronteras familiares se acortan.

Las personales también.

Las de las ciudades también…y la de los países.

Las fronteras hacen que todos construyan su propia isla de confort en las que suceden las cosas que a cada uno le interesan, en la que se construyen mundos en la que todo lo posible se realiza. Hoy hasta la soledad es compañía y más de uno la acepta como fatalidad.

El universo exterior ya solo es referente ya no una posibilidad en sí mismo.

El mundo a muchos se les hizo más chico…como en una isla.

Imposible no referirse a Robinson Crusoe a su isla, a sus limitantes, a la construcción de su propia realidad en un mundo más pequeño pero que fue su mundo en el que se supo adaptarse a cosas nuevas, a revaluar la inutilidad del dinero en exceso, a cambiar creencias y tentaciones, a renunciar al sexo y tal vez al placer corporal, a reconstruir sus sistemas de dominio aprendidos, a volver a lo esencial y básico solo para crear su propio mundo en donde el cabía.

Para algunos no será una experiencia nueva. Será una repetición de lo ya vivido: el mundo de los discapacitados, el mundo de los marginados, el mundo de los desplazados, el mundo de los niños de la calle, el mundo de los drogadictos que deambulan, el mundo de los presos, el mundo de los de sin ingreso, el mundo de muchos a los que se confinan en islas imaginarias, en mundos más parecidos a islas que a mundos normales.

La sociedad actual a muchos los había confinado a vivir como en islas, con fronteras limitantes, hoy la pandemia lo ha hecho con todos para que cada uno construya su propia ficción de vida…y de muerte.

Robinson Crusoe y su isla han vuelto solo para quedarse en cada uno de nosotros.



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