/ lunes 7 de septiembre de 2020

Contexto | México: por un nuevo pacto social

La política, los políticos nos tienen hartos.

Esta generación de dirigentes está llevando la cosa pública hasta el hastío, la náusea.

Parecen no darse cuenta pues un día y otro también vemos sus miserias expuestas: sus deseos de venganza, los revanchismos, su falta de estatura…su pequeñez, su falta de visión de Estado.

Les importa su presente y no el nuestro…ni nuestro futuro.

Ponen sus intereses por encima de los de la sociedad a la que no ven pero la inventan, la imaginan, en sus procesos tenebrosos, justo a su medida.

Así lo hacen cada día.

Ya no importa si es a nivel federal (sobre todo), estatal, municipal o local: todos trabajan para la próxima elección…para nuestra próxima tragedia para sentirse cómodos y como siempre disfrutando de sus privilegios de poder… su paso miserable a la historia a grabar en letras de oro su paso a la ignominia.

Y están tan campantes.

Saben que están frente a una sociedad civil débil, asustada y frágil…y le dan dadivas, las que les sobran de su energía por el poder.

La sociedad demanda su intervención y reciben a cambio palabras y promesas de un futuro que está por venir: total los muertos ya no hablan y las familias de los muertos se paralizan por el miedo.

Es como un estate quieto o engarróteseme ahí.

Así tienen a la sociedad paralizada…la desactivan por el hambre que hay y las dadivas que solo fijan la miseria porque no redistribuyen la riqueza sino que mantienen a la pobreza porque la paralizan, la inmovilizan, la perpetúan.

No hay un ingreso vital mínimo sino una dádiva a la mediada del gusto del poder.

Nada es revolucionario sino conservador.

Un apoyo económico puede paralizar y matar la iniciativa y la energía… pero da votos.

Así está la sociedad mexicana. Por un lado las clases políticas y sus disputas por el país, el poder y sus privilegios y otra la sociedad misma que empieza a resolver sus problemas lejos de los gobiernos.

Es una sociedad que va en paralelo a la formal: crea sus empleos, muchos sus sistemas de enseñanza, sus sistemas de intercambio y hasta un incipiente sistema de salud.

La sociedad ha entendido el sálvese quien pueda y actúa en consecuencia: muchas veces no sabe cómo y se desespera y contra lo que se diga engrosa la filas del crimen organizado, descubre nuevas formas de organización (solo basta mirar en cada esquina de la ciudades de México para entender el desamparo en el que se encuentran hombres y mujeres que buscan algo que comer más allá de su propia dignidad) o se organizada para delinquir, pero también descubre nuevas formas de trabajo, de enseñanza y de relacionamiento.

Eso afecta a los más pobres que siguen desamparados.

Las instituciones están fallando.

Dígase lo que se diga.

Los gobiernos no están respondiendo a la sociedad y está busca su salida en la informalidad o en el robo, el chantaje, la extorsión o la vida.

Muchos se quedan en sus casas por cuidado otros por temor pero la mayoría salé porque no le queda otra. Son los riesgos de la sobrevivencia.

Mientras las clases políticas reproducen sus mismos vicios y sus mismos esquemas.

Están viejas y no avanzan en la construcción de un nuevo pacto que permita a este México desesperado que está en la calle encontrar una salida que involucre a todos.

Esta generación de políticos es perezosa.

A nuevos tiempos y nuevos retos requieren más imaginación, trabajo y voluntad y de ellos se carece a todos niveles.

Los políticos han leído más los nuevos tiempos y en ello está su manera de pasar a la historia.

Mientras los muertos oficiales se acumulan (ya les faltan poco para llenar al estadio azteca).


La política, los políticos nos tienen hartos.

Esta generación de dirigentes está llevando la cosa pública hasta el hastío, la náusea.

Parecen no darse cuenta pues un día y otro también vemos sus miserias expuestas: sus deseos de venganza, los revanchismos, su falta de estatura…su pequeñez, su falta de visión de Estado.

Les importa su presente y no el nuestro…ni nuestro futuro.

Ponen sus intereses por encima de los de la sociedad a la que no ven pero la inventan, la imaginan, en sus procesos tenebrosos, justo a su medida.

Así lo hacen cada día.

Ya no importa si es a nivel federal (sobre todo), estatal, municipal o local: todos trabajan para la próxima elección…para nuestra próxima tragedia para sentirse cómodos y como siempre disfrutando de sus privilegios de poder… su paso miserable a la historia a grabar en letras de oro su paso a la ignominia.

Y están tan campantes.

Saben que están frente a una sociedad civil débil, asustada y frágil…y le dan dadivas, las que les sobran de su energía por el poder.

La sociedad demanda su intervención y reciben a cambio palabras y promesas de un futuro que está por venir: total los muertos ya no hablan y las familias de los muertos se paralizan por el miedo.

Es como un estate quieto o engarróteseme ahí.

Así tienen a la sociedad paralizada…la desactivan por el hambre que hay y las dadivas que solo fijan la miseria porque no redistribuyen la riqueza sino que mantienen a la pobreza porque la paralizan, la inmovilizan, la perpetúan.

No hay un ingreso vital mínimo sino una dádiva a la mediada del gusto del poder.

Nada es revolucionario sino conservador.

Un apoyo económico puede paralizar y matar la iniciativa y la energía… pero da votos.

Así está la sociedad mexicana. Por un lado las clases políticas y sus disputas por el país, el poder y sus privilegios y otra la sociedad misma que empieza a resolver sus problemas lejos de los gobiernos.

Es una sociedad que va en paralelo a la formal: crea sus empleos, muchos sus sistemas de enseñanza, sus sistemas de intercambio y hasta un incipiente sistema de salud.

La sociedad ha entendido el sálvese quien pueda y actúa en consecuencia: muchas veces no sabe cómo y se desespera y contra lo que se diga engrosa la filas del crimen organizado, descubre nuevas formas de organización (solo basta mirar en cada esquina de la ciudades de México para entender el desamparo en el que se encuentran hombres y mujeres que buscan algo que comer más allá de su propia dignidad) o se organizada para delinquir, pero también descubre nuevas formas de trabajo, de enseñanza y de relacionamiento.

Eso afecta a los más pobres que siguen desamparados.

Las instituciones están fallando.

Dígase lo que se diga.

Los gobiernos no están respondiendo a la sociedad y está busca su salida en la informalidad o en el robo, el chantaje, la extorsión o la vida.

Muchos se quedan en sus casas por cuidado otros por temor pero la mayoría salé porque no le queda otra. Son los riesgos de la sobrevivencia.

Mientras las clases políticas reproducen sus mismos vicios y sus mismos esquemas.

Están viejas y no avanzan en la construcción de un nuevo pacto que permita a este México desesperado que está en la calle encontrar una salida que involucre a todos.

Esta generación de políticos es perezosa.

A nuevos tiempos y nuevos retos requieren más imaginación, trabajo y voluntad y de ellos se carece a todos niveles.

Los políticos han leído más los nuevos tiempos y en ello está su manera de pasar a la historia.

Mientras los muertos oficiales se acumulan (ya les faltan poco para llenar al estadio azteca).