/ lunes 19 de julio de 2021

Contexto | ¿Volver cómo antes? 

Nuestro entorno ha cambiado pero nos negamos a reconocerlo.

Tenemos nostalgia del pasado porque tal vez aún no sabemos, ni en lo individual ni en lo colectivo, cómo construir otro mundo en donde nuestro sistema de relacionamiento con los otros, nuestros sistemas de intercambio de satisfactores, nuestros sistemas de diversión sean diferentes.

Tal vez, en el fondo, en realidad no sabemos para qué estamos aquí, en este mundo y en este tiempo. A lo mejor nunca lo hemos sabido.

¿Cuál es el sentido de la vida de cada uno, además de dejar que solo que corra el tiempo y hacer como que hacemos algo para justificar nuestra existencia?

Mucho nos ha cambiado. La sensación de miedo, de temor, transformó muchos de los sentimientos ante la muerte: ahora los vivos nos creemos los sobrevivientes de un naufragio.

La sociedad de antes nos atarantó de tal forma que se extravió hasta el sentido de la vida. Y hoy pocos lo saben.

Se vivía volcados al exterior. Se vivía hacía fuera, en el mundo de la diversión y del espectáculo sin tiempo para pensar en uno mismo. Se buscaban reuniones, encuentros para estar como en permanente huida.

Éramos actores del propio espectáculo que nos inventamos.

Pero nos tuvimos que encerrar y vernos a nosotros mismos.

Y entonces nos dimos cuenta que las modas eran pasajeras porque ya no hay espacios para que otros nos vean porque todo se hizo más íntimo, las bodas, las fiestas de los amigos, las reuniones familiares. Los tiempos de convivencia se limitaron pero, oh! paradoja, no renunciamos a que nos vean y usamos las redes sociales para mostrarnos que vivimos, que existimos, que pensamos.

…y se envían millones de mensajes todos los días en un libreto escrito por cada uno como espectáculo de nosotros mismos, de nuestro propio drama, de nuestra propia comedia, de nuestra propia vida.

La sociedad de consumo y del espectáculo nos decía cuáles eran nuestros espacios de libertad y solo esos conocíamos.

Muchos, y como producto de la sociedad de antes y por el aislamiento vivido, tienen los closets con zapatos, vestidos, trajes, corbatas, suéteres, blusas, joyas reales o de fantasía avejentándose porque ya no hay lugares para lucir, para mostrarse, para enseñar que uno era, que se existía.

Reclamamos el pasado porque parecía que lo vivido le daba sentido a nuestra existencia. Cualquier hogar parecía pequeño a fuerza de vivirlo todos los días, las ventanas volvieron a tener utilidad porque permitían respirar y los balcones y las azoteas se convirtieron en espacios de libertad y de convivencia.

Pero el mundo del trabajo, a pesar de todo, poco ha cambiado porque las viejas rutinas han vuelto y las inercias impiden transformar a una sociedad que demanda todo lo que aprendió a consumir más que a necesitar. El ISO obligó a las empresas a volver a las rutinas de siempre sin entender los nuevos tiempos y las alternativas de mejora, se redujo aún más la libertad en el trabajo y hoy, ante la precariedad, parece que hoy se está más preso que nunca…y la libertad es privilegio de unos pocos.

Y nos dio flojera pensar como podíamos ser diferentes porque éramos felices con lo que se nos ofrecía y creíamos nuestro.

Estábamos cómodos en cómo nos organiza el gobierno, las iglesias, las empresas o el sistema económico, el educativo o el familiar y en nuestro sistema de valores hasta la idea de los bello se nos imponía.

Poco teníamos que pensar en una vida social porque nos la organizaban otros.

Así estábamos, estamos, porque nos da pereza inventarnos como humanidad.

Y así pasa en la vida de hoy.

Y todos extrañan la vida de meses pasados y quieren volver a ella a pesar de los riesgos.

Pero en esa sociedad nos sentíamos libres…o eso se creía.

Y con todo no sabemos cómo organizarnos frente a un ser minúsculo al que no sabemos cómo enfrentar colectivamente.

Estamos, como humanidad, metidos en un laberinto del cual no sabemos cómo salir.

Al final el dilema es simple: o creamos una nueva forma de vivir, inventándonos desde lo individual, o bien, volvemos a la vida de antes aunque esté de por medio la existencia…así de sencillo.

Muchos en muchas sociedades ya han tomado partido…finalmente el vivir es siempre un riesgo y una temporalidad que solo nos imaginamos.

Al final cada uno es dueño de su propio destino pero no siempre de su voluntad.



Correo: contextotoluca@gmail.com


Nuestro entorno ha cambiado pero nos negamos a reconocerlo.

Tenemos nostalgia del pasado porque tal vez aún no sabemos, ni en lo individual ni en lo colectivo, cómo construir otro mundo en donde nuestro sistema de relacionamiento con los otros, nuestros sistemas de intercambio de satisfactores, nuestros sistemas de diversión sean diferentes.

Tal vez, en el fondo, en realidad no sabemos para qué estamos aquí, en este mundo y en este tiempo. A lo mejor nunca lo hemos sabido.

¿Cuál es el sentido de la vida de cada uno, además de dejar que solo que corra el tiempo y hacer como que hacemos algo para justificar nuestra existencia?

Mucho nos ha cambiado. La sensación de miedo, de temor, transformó muchos de los sentimientos ante la muerte: ahora los vivos nos creemos los sobrevivientes de un naufragio.

La sociedad de antes nos atarantó de tal forma que se extravió hasta el sentido de la vida. Y hoy pocos lo saben.

Se vivía volcados al exterior. Se vivía hacía fuera, en el mundo de la diversión y del espectáculo sin tiempo para pensar en uno mismo. Se buscaban reuniones, encuentros para estar como en permanente huida.

Éramos actores del propio espectáculo que nos inventamos.

Pero nos tuvimos que encerrar y vernos a nosotros mismos.

Y entonces nos dimos cuenta que las modas eran pasajeras porque ya no hay espacios para que otros nos vean porque todo se hizo más íntimo, las bodas, las fiestas de los amigos, las reuniones familiares. Los tiempos de convivencia se limitaron pero, oh! paradoja, no renunciamos a que nos vean y usamos las redes sociales para mostrarnos que vivimos, que existimos, que pensamos.

…y se envían millones de mensajes todos los días en un libreto escrito por cada uno como espectáculo de nosotros mismos, de nuestro propio drama, de nuestra propia comedia, de nuestra propia vida.

La sociedad de consumo y del espectáculo nos decía cuáles eran nuestros espacios de libertad y solo esos conocíamos.

Muchos, y como producto de la sociedad de antes y por el aislamiento vivido, tienen los closets con zapatos, vestidos, trajes, corbatas, suéteres, blusas, joyas reales o de fantasía avejentándose porque ya no hay lugares para lucir, para mostrarse, para enseñar que uno era, que se existía.

Reclamamos el pasado porque parecía que lo vivido le daba sentido a nuestra existencia. Cualquier hogar parecía pequeño a fuerza de vivirlo todos los días, las ventanas volvieron a tener utilidad porque permitían respirar y los balcones y las azoteas se convirtieron en espacios de libertad y de convivencia.

Pero el mundo del trabajo, a pesar de todo, poco ha cambiado porque las viejas rutinas han vuelto y las inercias impiden transformar a una sociedad que demanda todo lo que aprendió a consumir más que a necesitar. El ISO obligó a las empresas a volver a las rutinas de siempre sin entender los nuevos tiempos y las alternativas de mejora, se redujo aún más la libertad en el trabajo y hoy, ante la precariedad, parece que hoy se está más preso que nunca…y la libertad es privilegio de unos pocos.

Y nos dio flojera pensar como podíamos ser diferentes porque éramos felices con lo que se nos ofrecía y creíamos nuestro.

Estábamos cómodos en cómo nos organiza el gobierno, las iglesias, las empresas o el sistema económico, el educativo o el familiar y en nuestro sistema de valores hasta la idea de los bello se nos imponía.

Poco teníamos que pensar en una vida social porque nos la organizaban otros.

Así estábamos, estamos, porque nos da pereza inventarnos como humanidad.

Y así pasa en la vida de hoy.

Y todos extrañan la vida de meses pasados y quieren volver a ella a pesar de los riesgos.

Pero en esa sociedad nos sentíamos libres…o eso se creía.

Y con todo no sabemos cómo organizarnos frente a un ser minúsculo al que no sabemos cómo enfrentar colectivamente.

Estamos, como humanidad, metidos en un laberinto del cual no sabemos cómo salir.

Al final el dilema es simple: o creamos una nueva forma de vivir, inventándonos desde lo individual, o bien, volvemos a la vida de antes aunque esté de por medio la existencia…así de sencillo.

Muchos en muchas sociedades ya han tomado partido…finalmente el vivir es siempre un riesgo y una temporalidad que solo nos imaginamos.

Al final cada uno es dueño de su propio destino pero no siempre de su voluntad.



Correo: contextotoluca@gmail.com