/ viernes 19 de abril de 2024

Y por esto debemos votar cruzado

Pues aunque parezca increíble, en pleno proceso electoral, los diputados federales de Morena se lanzaron en contra del pueblo para votar una reforma a la Ley de Amparo en la que se le impide a los ciudadanos detener acciones gubernamentales que pudieran afectarles a través de utilizar este recurso legal, como ha servido hasta ahora; los legisladores morenistas han dado muestra de por qué es indispensable en nuestro país (y quizás en toda América latina) que hagamos del voto cruzado una herramienta democrática de contrapeso al poder.

Al inicio de la administración de Enrique Peña Nieto como Presidente de la República se iniciaron los trabajos para la construcción del Tren Interurbano Toluca-México. En la capital mexiquense la obra pasaba, casi en su totalidad por zona federal pero al llegar a Lerma toca y afecta terrenos ejidales de Ocoyoacac, los ejidatarios interpusieron un amparo y con esa medida un juez detuvo la construcción como medida cautelar hasta resolver la situación legal de los terrenos. Con la reforma propuesta y aprobada por los diputados federales de Morena, eso ya no sería posible; es decir, los ejidatarios podrían ampararse pero la obra seguiría avanzando aunque afecte al pueblo ocoyoaquense.

Otro ejemplo para poder entender el alcance y el daño que se le acaba de hacer al pueblo de México: imaginemos que el gobierno (municipal, estatal o federal, el que sea) quiere hacer un camino pero su casa (sí, la de quien lee estas líneas) se encuentra en el camino, un patrimonio que le ha costado mucho trabajo y que obviamente no está dispuesto a ceder si no es, al menos, a un precio justo, es más puede ser un inmueble con valor sentimental que fue heredado por algunas generaciones en su familia. Como sea, el gobierno no negocia. Le ofrece menos de la mitad del valor de su casa o hasta un precio justo pero como usted no accede, procede a expropiarle la propiedad; en consecuencia: usted se ampara.

El problema es que con la reforma aprobada a la Ley de Amparo, el juez le otorga la protección de la justicia pero está impedido a detener la acción del gobierno y la obra puede continuar, así que el gobierno lo saca de su casa, la destruye, sigue con la obra y usted se queda con un palmo de narices porque ni hay pago (dado que está en litigio) ni hay casa (porque la obra continuó) y para cuando el juez resuelva que usted tiene derecho de mantener su propiedad, esta ya será un pedazo de terreno asfaltado que, además, ya es paso de un sinnúmero de automovilistas (y en una de esas donde estaba su baño ahora hay un Oxxo).

La medida es un absurdo; totalmente contradictoria al espíritu de protección de la Ley pero, además, una medida que antepone los intereses del gobierno en turno a los derechos del pueblo; el mensaje es claro: entre el gobierno y el pueblo, los diputados de Morena han elegido servir al gobierno y háganle como quieran porque la decisión ya fue tomada. Así de simple.

El Presidente podría, si quisiera, vetar (censurar) la decisión de los diputados porque afecta los intereses del pueblo de México pero no lo hará porque, de inicio, ha sido de su interés que esta reforma salga adelante y se apruebe para poder continuar con obras como los tramos del Tren Maya o cualquier otra que tenga en mente. Así que, aunque, en teoría, los Poderes puedan servir como contrapesos unos de otros para evitar los abusos contra los ciudadanos; estos terminan operando como cómplices en función de los intereses de grupos o de partidos que, en ese momento mantengan el control de dicho Poder. Es la esencia de la “dictadura perfecta” descrita por Aldous Huxley en 1932.

Esta es una situación muy común que se repite en las democracias de América latina, no importa si se trata de un gobierno de izquierda (la Cuba castrista o la Venezuela chavista) o de derecha (la Argentina de Pinochet o lo que se está presentando como el Ecuador de Noboa), claro que nuestro país no está exento de ese fenómeno en el que los gobiernos, cuando el pueblo les otorga la confianza de darles el Ejecutivo y el Legislativo, abusan y modifican el marco jurídico para apoderarse de todo, imponer su ideología y perpetuarse en el poder.

La realidad de los pueblos y gobiernos latinoamericanos es que no estamos listos, nuestras democracias no han madurado lo suficiente, como para entregarle todo el poder a un solo grupo, mucho menos a una sola persona; el historiador, político y escritor inglés John Emerich Edward Dalberg-Acton, mejor conocido como Lord Acton, acuñó una frase lapidaria tan conocida y contundente que hasta tienen nombre propio, es el Dictum Acton que nos advierte sobre esta situación: “Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Aunque en algunos casos se le traduce como “todo poder corrompe” esta traducción es imprecisa y cambia el sentido de la frase porque no da por sentado que el poder es corrupto que corrompa; señala que cuando hay poder este puede tener una tendencia hacia la corrupción, pero lo que es lapidario, lo que no permite cuestionamiento, es que el poder absoluto corrompe absolutamente y ahí sí: no hay más, quien recibe el poder de manera absoluta, se corrompe en absoluto.

Y antes de que alguien diga que esto es porque los conservadores así quieren que sea; debo agregar que Lord Acton era liberal y que el contexto del Dictum Acton se dio en la redacción de un documento dirigido a un obispo de la Iglesia católica que no era contundente con el tema de juzgar a los Papas; por lo que, en el contexto histórico de la proclamación del dogma de la infalibilidad pontificia que, a grandes rasgos no es otra cosa que una regla que dice que el Papa está libre de cometer errores cuando promulga una enseñanza dogmática, escribió la famosa cita.

Es más, la frase en su contexto define todavía más clara y contundentemente por qué no debe darse todo el poder a una sola persona, ya sea que se trate de un líder religioso (como el Papa) o de un líder político (como el rey):

“No puedo aceptar su doctrina de que no debemos juzgar al Papa o al Rey como al resto de los hombres con la presunción favorable de que no hicieron ningún mal. Si hay alguna presunción es contra los ostentadores del poder, incrementándose a medida que lo hace el poder. La responsabilidad histórica tiene que completarse con la búsqueda de la responsabilidad legal. Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Los grandes hombres son casi siempre hombres malos, incluso cuando ejercen influencia y no autoridad: más aún cuando sancionas la tendencia o la certeza de la corrupción con la autoridad”.

Y por esto debemos votar cruzado.

Pues aunque parezca increíble, en pleno proceso electoral, los diputados federales de Morena se lanzaron en contra del pueblo para votar una reforma a la Ley de Amparo en la que se le impide a los ciudadanos detener acciones gubernamentales que pudieran afectarles a través de utilizar este recurso legal, como ha servido hasta ahora; los legisladores morenistas han dado muestra de por qué es indispensable en nuestro país (y quizás en toda América latina) que hagamos del voto cruzado una herramienta democrática de contrapeso al poder.

Al inicio de la administración de Enrique Peña Nieto como Presidente de la República se iniciaron los trabajos para la construcción del Tren Interurbano Toluca-México. En la capital mexiquense la obra pasaba, casi en su totalidad por zona federal pero al llegar a Lerma toca y afecta terrenos ejidales de Ocoyoacac, los ejidatarios interpusieron un amparo y con esa medida un juez detuvo la construcción como medida cautelar hasta resolver la situación legal de los terrenos. Con la reforma propuesta y aprobada por los diputados federales de Morena, eso ya no sería posible; es decir, los ejidatarios podrían ampararse pero la obra seguiría avanzando aunque afecte al pueblo ocoyoaquense.

Otro ejemplo para poder entender el alcance y el daño que se le acaba de hacer al pueblo de México: imaginemos que el gobierno (municipal, estatal o federal, el que sea) quiere hacer un camino pero su casa (sí, la de quien lee estas líneas) se encuentra en el camino, un patrimonio que le ha costado mucho trabajo y que obviamente no está dispuesto a ceder si no es, al menos, a un precio justo, es más puede ser un inmueble con valor sentimental que fue heredado por algunas generaciones en su familia. Como sea, el gobierno no negocia. Le ofrece menos de la mitad del valor de su casa o hasta un precio justo pero como usted no accede, procede a expropiarle la propiedad; en consecuencia: usted se ampara.

El problema es que con la reforma aprobada a la Ley de Amparo, el juez le otorga la protección de la justicia pero está impedido a detener la acción del gobierno y la obra puede continuar, así que el gobierno lo saca de su casa, la destruye, sigue con la obra y usted se queda con un palmo de narices porque ni hay pago (dado que está en litigio) ni hay casa (porque la obra continuó) y para cuando el juez resuelva que usted tiene derecho de mantener su propiedad, esta ya será un pedazo de terreno asfaltado que, además, ya es paso de un sinnúmero de automovilistas (y en una de esas donde estaba su baño ahora hay un Oxxo).

La medida es un absurdo; totalmente contradictoria al espíritu de protección de la Ley pero, además, una medida que antepone los intereses del gobierno en turno a los derechos del pueblo; el mensaje es claro: entre el gobierno y el pueblo, los diputados de Morena han elegido servir al gobierno y háganle como quieran porque la decisión ya fue tomada. Así de simple.

El Presidente podría, si quisiera, vetar (censurar) la decisión de los diputados porque afecta los intereses del pueblo de México pero no lo hará porque, de inicio, ha sido de su interés que esta reforma salga adelante y se apruebe para poder continuar con obras como los tramos del Tren Maya o cualquier otra que tenga en mente. Así que, aunque, en teoría, los Poderes puedan servir como contrapesos unos de otros para evitar los abusos contra los ciudadanos; estos terminan operando como cómplices en función de los intereses de grupos o de partidos que, en ese momento mantengan el control de dicho Poder. Es la esencia de la “dictadura perfecta” descrita por Aldous Huxley en 1932.

Esta es una situación muy común que se repite en las democracias de América latina, no importa si se trata de un gobierno de izquierda (la Cuba castrista o la Venezuela chavista) o de derecha (la Argentina de Pinochet o lo que se está presentando como el Ecuador de Noboa), claro que nuestro país no está exento de ese fenómeno en el que los gobiernos, cuando el pueblo les otorga la confianza de darles el Ejecutivo y el Legislativo, abusan y modifican el marco jurídico para apoderarse de todo, imponer su ideología y perpetuarse en el poder.

La realidad de los pueblos y gobiernos latinoamericanos es que no estamos listos, nuestras democracias no han madurado lo suficiente, como para entregarle todo el poder a un solo grupo, mucho menos a una sola persona; el historiador, político y escritor inglés John Emerich Edward Dalberg-Acton, mejor conocido como Lord Acton, acuñó una frase lapidaria tan conocida y contundente que hasta tienen nombre propio, es el Dictum Acton que nos advierte sobre esta situación: “Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Aunque en algunos casos se le traduce como “todo poder corrompe” esta traducción es imprecisa y cambia el sentido de la frase porque no da por sentado que el poder es corrupto que corrompa; señala que cuando hay poder este puede tener una tendencia hacia la corrupción, pero lo que es lapidario, lo que no permite cuestionamiento, es que el poder absoluto corrompe absolutamente y ahí sí: no hay más, quien recibe el poder de manera absoluta, se corrompe en absoluto.

Y antes de que alguien diga que esto es porque los conservadores así quieren que sea; debo agregar que Lord Acton era liberal y que el contexto del Dictum Acton se dio en la redacción de un documento dirigido a un obispo de la Iglesia católica que no era contundente con el tema de juzgar a los Papas; por lo que, en el contexto histórico de la proclamación del dogma de la infalibilidad pontificia que, a grandes rasgos no es otra cosa que una regla que dice que el Papa está libre de cometer errores cuando promulga una enseñanza dogmática, escribió la famosa cita.

Es más, la frase en su contexto define todavía más clara y contundentemente por qué no debe darse todo el poder a una sola persona, ya sea que se trate de un líder religioso (como el Papa) o de un líder político (como el rey):

“No puedo aceptar su doctrina de que no debemos juzgar al Papa o al Rey como al resto de los hombres con la presunción favorable de que no hicieron ningún mal. Si hay alguna presunción es contra los ostentadores del poder, incrementándose a medida que lo hace el poder. La responsabilidad histórica tiene que completarse con la búsqueda de la responsabilidad legal. Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Los grandes hombres son casi siempre hombres malos, incluso cuando ejercen influencia y no autoridad: más aún cuando sancionas la tendencia o la certeza de la corrupción con la autoridad”.

Y por esto debemos votar cruzado.