/ viernes 29 de marzo de 2024

PRD: Los parientes pobres de la coalición

Qué lejos están los tiempos del perredismo que hacía temblar a sus oponentes, hoy reducidos al triste recuerdo de un ayer que ya no existe, los del sol azteca ni las manos pudieron meter y allá en una esquina de avenida Alfredo del Mazo y Doctor Nicolás San Juan les aplicaron la de “ya se la saben mi gente” y les bajaron en una noche tres candidaturas a diputaciones locales y cerca de 50 regidurías en 30 municipios, básicamente les aplicaron un “confórmense con no perder el registro y el financiamiento público”, o el equivalente a “en la cara no, que de eso vives”.

Los perredistas mexiquenses han venido a menos elección tras elección. Si hay trabajo con las bases, sus liderazgos, cuadros de formación propia o alguna de esas cosas que se supone hacen los partidos como parte de su vida política y estructura de organización, simplemente nadie lo sabe y si lo sabe no lo dice.

Para el proceso electoral de 2023 el partido estaba envuelto en un litigio para desconocer a su entonces dirigencia estatal encabezada por Cristian Campuzano, que intentaba, a costa de lo que fuera, mantenerse al frente del partido (o lo que quedaba de él); no obstante y pese a los resolutivos en un sentido y otro, después de varios años entre que sí y que no, la dirigencia fue desconocida y sus representantes expulsados (porque lo que le sobra al sol azteca son militantes, se pueden dar el lujo de expulsar a quien quieran).

Verdad o mentira, las acusaciones fueron desde la clásica y tradicional “falta de pago de sus cuotas partidistas” hasta un supuesto daño patrimonial del que ya nada se supo una vez que se consumó en firme y definitiva la expulsión de Campuzano del PRD; incluso, cuando el experredista anunció que se sumaría a Morena en el grupo del senador Higinio Martínez en pleno arranque del proceso electoral, el delegado del PRD Nacional en el Estado México, Luis Espinosa Cházaro (por cierto, hoy también distanciado del partido por el chanchullo de la candidatura por la jefatura de la Ciudad de México) me dijo en entrevista que este era un “cartucho quemado” y ya no representaba a nadie en el PRD. Al tiempo parecía tener razón.

La salida de Campuzano, anunciada como un gran escándalo de consecuencias monumentales para el PRD mexiquense, no tuvo ningún impacto pese a que se dijo que regidores, síndicos, consejeras y consejeros nacionales y estatales así como exalcaldes y dirigentes de unos 80 municipios se iban con él; en realidad, el exlíder perredista era uno más de esta lista y por ello no figuró ni figura en las opciones morenistas que en estos momentos se despedazan por ocupar un cargo de elección popular.

Pero si algo debió dejarnos como lección la pandemia de Covid-19 es que si uno ya viene arrastrando una enfermedad crónica degenerativa, una simple gripa puede significar la muerte y era PRD se encuentra en esa misma posición. Sus peleas internas resultado de los constantes conflictos por el poder y control del partido han ido menguando su salud y los tiene hoy bajo la dependencia de transfusiones de votos para seguir respirando una elección más, aunque eso no garantice nada para nadie ante el panorama local.

El PRD tiene un origen similar al de Morena (guardando sus respectivas distancias) fue creado como un partido que, en su momento, tenía como único objetivo el de llevar a su fundador, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, a la Presidencia de la República después del afamado episodio protagonizado por el hoy director de la CFE, Manuel Bartlett, conocido mundialmente como “la caída del sistema” en la que tras una falla del sistema de cómputo el candidato del entonces Frente Democrático Nacional perdió su ventaja ante el priísta Carlos Salinas de Gortari.

El PRD surge al año siguiente de la mano de Cárdenas y otros políticos y luchadores sociales de la izquierda mexicana como Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo, Gilberto Rincón Gallardo, Amalia García y, sí, también Andrés Manuel López Obrador, quien más adelante traicionaría al partido cuando, tras perder dos elecciones presidenciales, le quisieron negar un tercer intento razón por la cual creó Morena llevándose a más de la mitad de la militancia del PRD con él.

El PRD no pudo cumplir su objetivo de llevar a Cárdenas a la Presidencia pero sí consiguió ser el primer partido electo en la capital del país cuando el jefe de gobierno se decidiría por elección popular por primera vez en la historia; un movimiento que afianzó a los perredistas para los futuros procesos electorales ganando espacios en otras entidades como en Zacatecas con Ricardo Monreal.

No obstante la Presidencia de la República siempre se le negó a los perredistas y con el retiro de su líder moral, los conflictos internos terminaron por desgastar y desbastar al partido, incluso se le llegó a identificar como un partido que aglutinaba distintas “tribus” que pugnaban por su control y cada que una “tribu” lograba ascender, otra abandonaba sus filas para sumarse a otros institutos políticos o dar pie a la creación de uno nuevo.

Al igual que en aquella película de Luis Alcoriza denominada “Las fuerzas vivas”, en as que vemos el reflejo de la revolución mexicana en una comunidad en la que, en estricto sentido, nunca llegan los ejércitos revolucionarios; en el Estado de México el perredismo local siempre vivió el reflejo de lo que ocurría en el perredismo nacional, cambios de dirigencias y rompimientos en función de con qué tribu se identificaban unos y otros.

La puntilla del partido, como ya se mencionó, fue la salida de López Obrador cuando se le hizo saber que no le darían una tercera oportunidad para hacerse de la Presidencia y le bloquearon el control del partido; en su partida, López Obrador no solo se llevó gran parte de la militancia sino una buena cantidad de los recursos económicos y, lo más importante, el discurso de la defensa de las causas de la izquierda.

Despojado de su militancia, de buena parte de sus recursos y de su imagen de defensor de los pobres, los campesinos y las causas justas, el PRD ha quedado relegado a ser un acompañante más de la alianza opositora con el PAN y el PRI, un movimiento que le ha dejado un mal sabor de boca a lo que queda de su militancia que debe tragar esa amarga pastilla en cada proceso en tanto no encuentren la manera de recuperar la credibilidad de las causas de izquierda.

La dolorosa transfusión de votos le permite al sol azteca sobrevivir a costa de su dignidad y soportando los maltratos y desdenes de tricolores y blanquiazules que no desaprovechan la oportunidad de verlos por encima del hombro y de, como en la última “negociación”, hacerles notar que no dejan de ser “los parientes pobres” de la coalición.

Qué lejos están los tiempos del perredismo que hacía temblar a sus oponentes, hoy reducidos al triste recuerdo de un ayer que ya no existe, los del sol azteca ni las manos pudieron meter y allá en una esquina de avenida Alfredo del Mazo y Doctor Nicolás San Juan les aplicaron la de “ya se la saben mi gente” y les bajaron en una noche tres candidaturas a diputaciones locales y cerca de 50 regidurías en 30 municipios, básicamente les aplicaron un “confórmense con no perder el registro y el financiamiento público”, o el equivalente a “en la cara no, que de eso vives”.

Los perredistas mexiquenses han venido a menos elección tras elección. Si hay trabajo con las bases, sus liderazgos, cuadros de formación propia o alguna de esas cosas que se supone hacen los partidos como parte de su vida política y estructura de organización, simplemente nadie lo sabe y si lo sabe no lo dice.

Para el proceso electoral de 2023 el partido estaba envuelto en un litigio para desconocer a su entonces dirigencia estatal encabezada por Cristian Campuzano, que intentaba, a costa de lo que fuera, mantenerse al frente del partido (o lo que quedaba de él); no obstante y pese a los resolutivos en un sentido y otro, después de varios años entre que sí y que no, la dirigencia fue desconocida y sus representantes expulsados (porque lo que le sobra al sol azteca son militantes, se pueden dar el lujo de expulsar a quien quieran).

Verdad o mentira, las acusaciones fueron desde la clásica y tradicional “falta de pago de sus cuotas partidistas” hasta un supuesto daño patrimonial del que ya nada se supo una vez que se consumó en firme y definitiva la expulsión de Campuzano del PRD; incluso, cuando el experredista anunció que se sumaría a Morena en el grupo del senador Higinio Martínez en pleno arranque del proceso electoral, el delegado del PRD Nacional en el Estado México, Luis Espinosa Cházaro (por cierto, hoy también distanciado del partido por el chanchullo de la candidatura por la jefatura de la Ciudad de México) me dijo en entrevista que este era un “cartucho quemado” y ya no representaba a nadie en el PRD. Al tiempo parecía tener razón.

La salida de Campuzano, anunciada como un gran escándalo de consecuencias monumentales para el PRD mexiquense, no tuvo ningún impacto pese a que se dijo que regidores, síndicos, consejeras y consejeros nacionales y estatales así como exalcaldes y dirigentes de unos 80 municipios se iban con él; en realidad, el exlíder perredista era uno más de esta lista y por ello no figuró ni figura en las opciones morenistas que en estos momentos se despedazan por ocupar un cargo de elección popular.

Pero si algo debió dejarnos como lección la pandemia de Covid-19 es que si uno ya viene arrastrando una enfermedad crónica degenerativa, una simple gripa puede significar la muerte y era PRD se encuentra en esa misma posición. Sus peleas internas resultado de los constantes conflictos por el poder y control del partido han ido menguando su salud y los tiene hoy bajo la dependencia de transfusiones de votos para seguir respirando una elección más, aunque eso no garantice nada para nadie ante el panorama local.

El PRD tiene un origen similar al de Morena (guardando sus respectivas distancias) fue creado como un partido que, en su momento, tenía como único objetivo el de llevar a su fundador, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, a la Presidencia de la República después del afamado episodio protagonizado por el hoy director de la CFE, Manuel Bartlett, conocido mundialmente como “la caída del sistema” en la que tras una falla del sistema de cómputo el candidato del entonces Frente Democrático Nacional perdió su ventaja ante el priísta Carlos Salinas de Gortari.

El PRD surge al año siguiente de la mano de Cárdenas y otros políticos y luchadores sociales de la izquierda mexicana como Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo, Gilberto Rincón Gallardo, Amalia García y, sí, también Andrés Manuel López Obrador, quien más adelante traicionaría al partido cuando, tras perder dos elecciones presidenciales, le quisieron negar un tercer intento razón por la cual creó Morena llevándose a más de la mitad de la militancia del PRD con él.

El PRD no pudo cumplir su objetivo de llevar a Cárdenas a la Presidencia pero sí consiguió ser el primer partido electo en la capital del país cuando el jefe de gobierno se decidiría por elección popular por primera vez en la historia; un movimiento que afianzó a los perredistas para los futuros procesos electorales ganando espacios en otras entidades como en Zacatecas con Ricardo Monreal.

No obstante la Presidencia de la República siempre se le negó a los perredistas y con el retiro de su líder moral, los conflictos internos terminaron por desgastar y desbastar al partido, incluso se le llegó a identificar como un partido que aglutinaba distintas “tribus” que pugnaban por su control y cada que una “tribu” lograba ascender, otra abandonaba sus filas para sumarse a otros institutos políticos o dar pie a la creación de uno nuevo.

Al igual que en aquella película de Luis Alcoriza denominada “Las fuerzas vivas”, en as que vemos el reflejo de la revolución mexicana en una comunidad en la que, en estricto sentido, nunca llegan los ejércitos revolucionarios; en el Estado de México el perredismo local siempre vivió el reflejo de lo que ocurría en el perredismo nacional, cambios de dirigencias y rompimientos en función de con qué tribu se identificaban unos y otros.

La puntilla del partido, como ya se mencionó, fue la salida de López Obrador cuando se le hizo saber que no le darían una tercera oportunidad para hacerse de la Presidencia y le bloquearon el control del partido; en su partida, López Obrador no solo se llevó gran parte de la militancia sino una buena cantidad de los recursos económicos y, lo más importante, el discurso de la defensa de las causas de la izquierda.

Despojado de su militancia, de buena parte de sus recursos y de su imagen de defensor de los pobres, los campesinos y las causas justas, el PRD ha quedado relegado a ser un acompañante más de la alianza opositora con el PAN y el PRI, un movimiento que le ha dejado un mal sabor de boca a lo que queda de su militancia que debe tragar esa amarga pastilla en cada proceso en tanto no encuentren la manera de recuperar la credibilidad de las causas de izquierda.

La dolorosa transfusión de votos le permite al sol azteca sobrevivir a costa de su dignidad y soportando los maltratos y desdenes de tricolores y blanquiazules que no desaprovechan la oportunidad de verlos por encima del hombro y de, como en la última “negociación”, hacerles notar que no dejan de ser “los parientes pobres” de la coalición.