/ jueves 12 de abril de 2018

Hablemos de Paz y No Violencia


¡Es la robotización, estúpido!

Buen mensaje dio la semana pasada el presidente Peña exhortando a Trump a que su frustración la canalice al Congreso de su país y no a México. Hacía falta que el gobierno respondiera de esa manera. Ahora bien, aparte de todo, Trump friega con el argumento de que el desempleo en su país se da por los acuerdos comerciales desfavorables y por los migrantes que supuestamente quitan empleos a los norteamericanos. Pero deliberadamente esquiva o es ignorante del tema de la robotización que sustituye trabajadores humanos por máquinas. Por ello a Trump se le puede advertir “¡Es la robotización, estúpido!” (de manera similar a como se advirtió a Bush padre sobre el principal problema en las elecciones presidenciales de 1993: “It´s the economy, stupid!”).

Desde hace décadas, en mayor o menor medida, la robotización está presente en nuestras vidas, por ejemplo en máquinas caseras que ayudan al quehacer (aspiradoras, podadoras) y cada vez más en el “internet de las cosas” (en electrodomésticos); no se diga en procesos industriales o en medicina para hacer intervenciones quirúrgicas menos invasivas.

Un estudio del Instituto McKinsey habla de los beneficios que ofrece la robotización al crecimiento del Producto Interno Bruto, así como de aquellas actividades automatizables en el mundo. Indica que el país más adelantado en este aspecto es Japón, donde la gente ama los robots y se prevé que pronto tenga el 55.7% de sus tareas robotizadas. El mismo estudio coloca a EEUU y México con potencial cercano a 50% de labores automatizables, siendo EEUU un país más avanzado en este tema. El problema es que cuando la automatización se hace realidad se pierden muchos empleos.

Por ello en los últimos tiempos hay posturas contrapuestas. Los optimistas dicen que los robots mejoran la calidad de vida de las personas y que lejos de sustituir humanos colaboran con ellos; también piensan que desaparecerán trabajos pero que de igual forma se crearán muchos otros. Los pesimistas no creen que habrá más empleos sino menos por el tremendo impacto que tendrán los robots en la redistribución de la riqueza (las empresas serán más ricas y los trabajadores más pobres). Incluso personajes como el genio de Windows, Bill Gates, han propuesto crear impuestos para los dueños de robots por los empleos que destruyan (la llamada “robotasa”).

Por mi parte pienso que la robotización es un hecho consumado y debemos adaptarnos a ella. El problema es que, por más que la robotización ofrezca beneficios globales a mediano y largo plazo, en lo inmediato mucha gente que pierde sus empleos queda impedida de mantener a su familia y hacer frente a los problemas cotidianos. Son quienes, a falta de alternativas, votan por alguien como Trump.


¡Es la robotización, estúpido!

Buen mensaje dio la semana pasada el presidente Peña exhortando a Trump a que su frustración la canalice al Congreso de su país y no a México. Hacía falta que el gobierno respondiera de esa manera. Ahora bien, aparte de todo, Trump friega con el argumento de que el desempleo en su país se da por los acuerdos comerciales desfavorables y por los migrantes que supuestamente quitan empleos a los norteamericanos. Pero deliberadamente esquiva o es ignorante del tema de la robotización que sustituye trabajadores humanos por máquinas. Por ello a Trump se le puede advertir “¡Es la robotización, estúpido!” (de manera similar a como se advirtió a Bush padre sobre el principal problema en las elecciones presidenciales de 1993: “It´s the economy, stupid!”).

Desde hace décadas, en mayor o menor medida, la robotización está presente en nuestras vidas, por ejemplo en máquinas caseras que ayudan al quehacer (aspiradoras, podadoras) y cada vez más en el “internet de las cosas” (en electrodomésticos); no se diga en procesos industriales o en medicina para hacer intervenciones quirúrgicas menos invasivas.

Un estudio del Instituto McKinsey habla de los beneficios que ofrece la robotización al crecimiento del Producto Interno Bruto, así como de aquellas actividades automatizables en el mundo. Indica que el país más adelantado en este aspecto es Japón, donde la gente ama los robots y se prevé que pronto tenga el 55.7% de sus tareas robotizadas. El mismo estudio coloca a EEUU y México con potencial cercano a 50% de labores automatizables, siendo EEUU un país más avanzado en este tema. El problema es que cuando la automatización se hace realidad se pierden muchos empleos.

Por ello en los últimos tiempos hay posturas contrapuestas. Los optimistas dicen que los robots mejoran la calidad de vida de las personas y que lejos de sustituir humanos colaboran con ellos; también piensan que desaparecerán trabajos pero que de igual forma se crearán muchos otros. Los pesimistas no creen que habrá más empleos sino menos por el tremendo impacto que tendrán los robots en la redistribución de la riqueza (las empresas serán más ricas y los trabajadores más pobres). Incluso personajes como el genio de Windows, Bill Gates, han propuesto crear impuestos para los dueños de robots por los empleos que destruyan (la llamada “robotasa”).

Por mi parte pienso que la robotización es un hecho consumado y debemos adaptarnos a ella. El problema es que, por más que la robotización ofrezca beneficios globales a mediano y largo plazo, en lo inmediato mucha gente que pierde sus empleos queda impedida de mantener a su familia y hacer frente a los problemas cotidianos. Son quienes, a falta de alternativas, votan por alguien como Trump.

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