/ jueves 26 de octubre de 2017

Hablemos de Paz y No Violencia

Allá por 1990, el presidente Salinas asistió a la cumbre de ricos del planeta en Davos, Suiza (de hecho fue el primer presidente que asistió a ella). Delineó a los empresarios un México atractivo y habló de las reformas hechas para que canalizaran sus inversiones hacia acá. También visitó países asiáticos y les dijo lo mismo. Los empresarios alabaron su proyecto, pero al final México les quedaba a miles de kilómetros de distancia, lo que en su opinión dificultaba el comercio. Así que a Salinas no le quedó de otra, volteó a ver a los mismos de siempre: Estados Unidos y Canadá, y con ellos firmó en 1993 el tan mentado Tratado de Libre Comercio (TLC) que ahora Trump quiere echar abajo.

Rescato la anécdota, pues fue Salinas quien percibió perfectamente bien lo que México debía hacer: diversificar el comercio de México con el mundo pues dependía, y aún depende, casi exclusivamente de su relación con EEUU y de las exportaciones del petróleo. Estoy hablando de que esta medida se planteó hace un cuarto siglo, sin embargo, este es el problema al que se ha enfrentado México desde hace un siglo que comenzó a consolidar el mercado interno y la industrialización.

Así que el tan mentado plan “b” del que hablan los negociadores mexicanos del TLC, empezando por el secretario de Economía Ildefonso Guajardo, no es una medida nueva. Más bien en este contexto parece una medida desesperada ante la posibilidad cada vez mayor de que los EEUU abandonen el Tratado. Desde el inicio de las negociaciones, Guajardo ha hecho un discurso que evita generar temor en la opinión pública. No obstante el gobierno mexicano sigue estando en posición defensiva y Guajardo no siempre ha salido con buena cara a dar noticias ante la amenaza de abandonar el TLC que ha planteado Trump.

El principal obstáculo en las negociaciones son las reglas de origen, es decir, el conjunto de materiales locales que deben tener las mercancías intercambiadas para estar libres de aranceles. Por ejemplo, los automóviles se fabrican con piezas provenientes de varios países, por ello el TLC estipula que un auto debe ser producido en 62.5% con materiales de Norteamérica. Esto impacta directamente en las cadenas de valor de cada país, por lo cual si un auto tiene más materiales hechos en EEUU, mayor será el beneficio para los productores estadounidenses, por ello Trump ha propuesto que el porcentaje de materiales locales suba a 85% y, dentro de éste, que el 50% de las partes sean fabricadas en su país. Por supuesto, México no acepta esta modificación. También está el tema de que EEUU no quiere un sistema de resolución de controversias, obviamente para que no sean sancionadas sus prácticas comerciales desleales, tema que ha encontrado dura oposición de México y Canadá.

Ahora bien, México puede buscar otras alternativas, como hacer tiempo de forma deliberada y apostar a que en 2020 Trump deje de ser presidente; hacer alianzas con los empresarios estadounidenses que no desean que su país abandone el TLC; fortalecer el vínculo con Justin Trudeau, primer ministro de Canadá y posible aliado en este lance; o aprovechar los otros 11 tratados firmados con 44 países. Pero temo que no habrá buenas noticias, pues a pesar de que sabemos el diagnóstico de la enfermedad, “diversificar la economía del país”, si esto no se logró en 25 años, dudo mucho que se logre en el corto plazo. Se aceptan sugerencias.

 

rodrigo.pynv@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

Allá por 1990, el presidente Salinas asistió a la cumbre de ricos del planeta en Davos, Suiza (de hecho fue el primer presidente que asistió a ella). Delineó a los empresarios un México atractivo y habló de las reformas hechas para que canalizaran sus inversiones hacia acá. También visitó países asiáticos y les dijo lo mismo. Los empresarios alabaron su proyecto, pero al final México les quedaba a miles de kilómetros de distancia, lo que en su opinión dificultaba el comercio. Así que a Salinas no le quedó de otra, volteó a ver a los mismos de siempre: Estados Unidos y Canadá, y con ellos firmó en 1993 el tan mentado Tratado de Libre Comercio (TLC) que ahora Trump quiere echar abajo.

Rescato la anécdota, pues fue Salinas quien percibió perfectamente bien lo que México debía hacer: diversificar el comercio de México con el mundo pues dependía, y aún depende, casi exclusivamente de su relación con EEUU y de las exportaciones del petróleo. Estoy hablando de que esta medida se planteó hace un cuarto siglo, sin embargo, este es el problema al que se ha enfrentado México desde hace un siglo que comenzó a consolidar el mercado interno y la industrialización.

Así que el tan mentado plan “b” del que hablan los negociadores mexicanos del TLC, empezando por el secretario de Economía Ildefonso Guajardo, no es una medida nueva. Más bien en este contexto parece una medida desesperada ante la posibilidad cada vez mayor de que los EEUU abandonen el Tratado. Desde el inicio de las negociaciones, Guajardo ha hecho un discurso que evita generar temor en la opinión pública. No obstante el gobierno mexicano sigue estando en posición defensiva y Guajardo no siempre ha salido con buena cara a dar noticias ante la amenaza de abandonar el TLC que ha planteado Trump.

El principal obstáculo en las negociaciones son las reglas de origen, es decir, el conjunto de materiales locales que deben tener las mercancías intercambiadas para estar libres de aranceles. Por ejemplo, los automóviles se fabrican con piezas provenientes de varios países, por ello el TLC estipula que un auto debe ser producido en 62.5% con materiales de Norteamérica. Esto impacta directamente en las cadenas de valor de cada país, por lo cual si un auto tiene más materiales hechos en EEUU, mayor será el beneficio para los productores estadounidenses, por ello Trump ha propuesto que el porcentaje de materiales locales suba a 85% y, dentro de éste, que el 50% de las partes sean fabricadas en su país. Por supuesto, México no acepta esta modificación. También está el tema de que EEUU no quiere un sistema de resolución de controversias, obviamente para que no sean sancionadas sus prácticas comerciales desleales, tema que ha encontrado dura oposición de México y Canadá.

Ahora bien, México puede buscar otras alternativas, como hacer tiempo de forma deliberada y apostar a que en 2020 Trump deje de ser presidente; hacer alianzas con los empresarios estadounidenses que no desean que su país abandone el TLC; fortalecer el vínculo con Justin Trudeau, primer ministro de Canadá y posible aliado en este lance; o aprovechar los otros 11 tratados firmados con 44 países. Pero temo que no habrá buenas noticias, pues a pesar de que sabemos el diagnóstico de la enfermedad, “diversificar la economía del país”, si esto no se logró en 25 años, dudo mucho que se logre en el corto plazo. Se aceptan sugerencias.

 

rodrigo.pynv@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

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