/ lunes 30 de octubre de 2017

Contexto

El amor era un sentimiento pausado, intenso, casi silencioso. Se guardaba en secreto. Era un asunto entre dos amorosos que se miraban en las salidas de las iglesias, en las fiestas del pueblo o de la hacienda, en un salón de clase o en el trabajo. Se cuidaba que pocos supieran. Era cosa de dos. Las declaraciones eran discretas. El amor se percibía a la primera, pero se decantaba despacito (slow). Poco a poco los amorosos (quienes luego podían ser amantes también en secreto) se acercaban a los umbrales del amor para decirse cosas.

La imaginación le ganaba a la palabra y ésta a los hechos. El amor se hacía despacito aunque fuera intenso.

Hoy ya no lo es más. El amor se hace más pronto, vertiginoso, instantáneo como el nescafé. Basta un mensaje de WhatsApp para manifestar el amor. Así rapidito en unos cuantos caracteres. Ya no hay que esperar al ser amado, no hay que rondar su casa, su escuela, su iglesia. Ahí está al instante, con un solo click, una llamada. No importan la distancia o el tiempo. Hoy los amorosos están presentes todo el tiempo, a cualquier hora, a los ojos de todos quienes tienen acceso a las redes sociales.

Antes se escribían poemas, se enviaban cartas, se mandaban señales. Se buscaba una pluma, un bolígrafo, un color de tinta especial, un sello, un papel para hacerle saber a la amada o al amado cuanto del amor se tenía guardado.

Así lo muestra una carta de José Luis Bello, un rico hombre de negocios de Puebla a su amada, quien posteriormente sería su esposa, antes de poderle dirigir la palabra. Era algún año de finales del siglo XIX, en una casona de esa ciudad su amada quien sólo vivía algunas cuadras lejos y a quien sólo veía en la iglesia cada domingo por la mañana.

“Señorita Julia de Haro:

Señorita de todo mi respeto:

El amor en la vida forma nuestro propio ser. Cuando el corazón experimenta el amor hay en la existencia del hombre una reacción: deja de vivir en sí para vivir en el ser amado y no pasa por la mente un pensamiento que no esté relacionado estrechamente con el ser por quien se vive.

Así señorita, de pecar de indiscreto y quizá de inoportuno me permito hacerle conocer los sentimientos que usted despertó en mi corazón y que al principio no me atreví a darles nombre, pero hoy con la certeza de quien se estudia a sí mismo y logra conocer sus más íntimos afectos con la seguridad de no engañarme puedo decirle: la amo a usted señorita.

He dejado de vivir en mí y vivo solo por usted y para usted. No sé hasta qué punto pueda alcanzar la dicha de tener una esperanza, la más dulce y hermosa de mi vida, ni cuál es el concepto que de usted me merezca yo. Pero si sé que la amo y que a usted toca dar, dárselo o disipar esta ilusión de mi vida.

Respetuosamente

José Luis.”

Tal vez cursi, pero despacito, de largo plazo.

Hoy el mensaje sería por WhatsApp y diría algo así. “Q onda. Te he visto desde hace días. Creo me gustas (carita sonriente). Conseguí tu cel con un amigo común. Salimos?, By”. Respuesta: OK. Yo también (un corazón).

Así de simple y rápido es la relación entre los amorosos. El Fast Love, después siguen infinidad de mensajes, intercambios, sugerencias, envío de serenatas por vía electrónica, peleas entre ambos…

El amor más rápido, más efímero. Se pueden tener uno dos o tres amores simultáneos. Todos duran lo que dura la intensidad del mensaje.

El amor ya es otra cosa. Hoy los poemas deben ser de no más de ciento cuarenta caracteres. No más. Vale.

 

El amor era un sentimiento pausado, intenso, casi silencioso. Se guardaba en secreto. Era un asunto entre dos amorosos que se miraban en las salidas de las iglesias, en las fiestas del pueblo o de la hacienda, en un salón de clase o en el trabajo. Se cuidaba que pocos supieran. Era cosa de dos. Las declaraciones eran discretas. El amor se percibía a la primera, pero se decantaba despacito (slow). Poco a poco los amorosos (quienes luego podían ser amantes también en secreto) se acercaban a los umbrales del amor para decirse cosas.

La imaginación le ganaba a la palabra y ésta a los hechos. El amor se hacía despacito aunque fuera intenso.

Hoy ya no lo es más. El amor se hace más pronto, vertiginoso, instantáneo como el nescafé. Basta un mensaje de WhatsApp para manifestar el amor. Así rapidito en unos cuantos caracteres. Ya no hay que esperar al ser amado, no hay que rondar su casa, su escuela, su iglesia. Ahí está al instante, con un solo click, una llamada. No importan la distancia o el tiempo. Hoy los amorosos están presentes todo el tiempo, a cualquier hora, a los ojos de todos quienes tienen acceso a las redes sociales.

Antes se escribían poemas, se enviaban cartas, se mandaban señales. Se buscaba una pluma, un bolígrafo, un color de tinta especial, un sello, un papel para hacerle saber a la amada o al amado cuanto del amor se tenía guardado.

Así lo muestra una carta de José Luis Bello, un rico hombre de negocios de Puebla a su amada, quien posteriormente sería su esposa, antes de poderle dirigir la palabra. Era algún año de finales del siglo XIX, en una casona de esa ciudad su amada quien sólo vivía algunas cuadras lejos y a quien sólo veía en la iglesia cada domingo por la mañana.

“Señorita Julia de Haro:

Señorita de todo mi respeto:

El amor en la vida forma nuestro propio ser. Cuando el corazón experimenta el amor hay en la existencia del hombre una reacción: deja de vivir en sí para vivir en el ser amado y no pasa por la mente un pensamiento que no esté relacionado estrechamente con el ser por quien se vive.

Así señorita, de pecar de indiscreto y quizá de inoportuno me permito hacerle conocer los sentimientos que usted despertó en mi corazón y que al principio no me atreví a darles nombre, pero hoy con la certeza de quien se estudia a sí mismo y logra conocer sus más íntimos afectos con la seguridad de no engañarme puedo decirle: la amo a usted señorita.

He dejado de vivir en mí y vivo solo por usted y para usted. No sé hasta qué punto pueda alcanzar la dicha de tener una esperanza, la más dulce y hermosa de mi vida, ni cuál es el concepto que de usted me merezca yo. Pero si sé que la amo y que a usted toca dar, dárselo o disipar esta ilusión de mi vida.

Respetuosamente

José Luis.”

Tal vez cursi, pero despacito, de largo plazo.

Hoy el mensaje sería por WhatsApp y diría algo así. “Q onda. Te he visto desde hace días. Creo me gustas (carita sonriente). Conseguí tu cel con un amigo común. Salimos?, By”. Respuesta: OK. Yo también (un corazón).

Así de simple y rápido es la relación entre los amorosos. El Fast Love, después siguen infinidad de mensajes, intercambios, sugerencias, envío de serenatas por vía electrónica, peleas entre ambos…

El amor más rápido, más efímero. Se pueden tener uno dos o tres amores simultáneos. Todos duran lo que dura la intensidad del mensaje.

El amor ya es otra cosa. Hoy los poemas deben ser de no más de ciento cuarenta caracteres. No más. Vale.